SILENCIO, CORTESÍA Y LIBERTAD EN EL ARTE DE LA CONVIVENCIA

HISTORIA-HISPANIDAD Lunes 22 de Agosto de 2016

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Bomba atómica

Entre las cosas buenas que la humanidad recibió de España, está el lenguaje de los signo para sordomudos; este fue creado por monjes franciscanos y benedictinos españoles, basados en antiguos sistemas de comunicación de señas que se remontan a los monjes cistercienses de Cluny.

Autor: PATRICIO LONS

 La idea del lenguaje de señas, nace como medio de hablar lo necesario cuando los monjes hacían voto de silencio y luego derivó en un sistema de comunicación para sordomudos. ¡Qué bello es hablar solo lo necesario! Bueno, como en muchas cuestiones de educación, la Iglesia siempre llevaba la delantera. Y eso me hizo pensar en la comunicación, el silencio y la cortesía. Quienes somos afectos a la memoria de las cosas buenas, recordamos con facilidad y agrado, el estilo amable que otrora ostentábamos los argentinos. Soy de los que pertenecemos a aquella generación que sabía ceder la pared de la vereda a la dama, dar las gracias con una sonrisa, pedir por favor a amigos y mayores, cuidar de un niño, obedecer a la maestra, honrar a nuestros abuelos y preguntar a nuestros padres si nos podíamos levantar de la mesa, todo eso con nuestro mejor ánimo y sin sentir menoscabo alguno. Y al final del día, al acostarnos, rezar junto a nuestros padres sentados al borde de la cama. Éramos una generación que se criaba con un estilo de ser, con una cultura que nacía en el catecismo y en la herencia y tradición de las cosas buenas heredadas de la Madre Patria.

Pero junto a nosotros parecía engendrarse un cambio que no podíamos percibir, algo que venía de lejos y muy oculto, bajo zapa de nuestra inocencia.

Y en pocos años estalló con estruendo. Los argentinos empezamos a comportarnos ruidosamente, con palabras que agreden al buen sentido del idioma y al buen gusto de la semántica castellana, con imágenes que solo producen dispersión del pensamiento y con sonidos desagradables y estruendosos, portadores de la pretensión igualitarista de ser tratados como música a pesar de carecer de melodía, ritmo y armonía.

Sin embargo, muchos preferimos el buen vivir y el mejor convivir, sabiendo que cuando hago lo que debo, disfruto más de la vida y quienes solo hacen lo que quieren, se enfrentan con una pared de rechazos y un vacío detrás de sus actitudes egoístas que muchas veces terminan en situaciones donde a sus víctimas solo les queda el deber de defenderse; a veces, con el simple gesto de apartarlos de su lado.

Parece que algunos argentinos, con falta absoluta de identidad nacional, han decidido no querer convivir con el resto en clara copia de la peor decadencia que sufrimos en occidente.

Y esto me remonta a un pensamiento de aquel famoso obispo norteamericano, monseñorFulton Sheen cuando se preguntaba: “¿Cuándo nos metimos en esta idea de que la libertad significa no tener márgenes ni límites? Creo que comenzó el 6 de agosto de 1945 a las 8.15 am, cuando dejamos caer la bomba sobre Hiroshima. Eso borró los límites”.

En este agosto, a setenta y un años de esa tragedia humana, debemos reflexionar que a ese horror se llega comenzando por pequeñas cosas que se inician en la convivencia, primero entre personas y luego entre los pueblos. Cavilemos un poco. Aprendamos a apreciar la falta de ruido.  Busquemos nuestros propios silencios para meditar, aprovechemos que Dios nos dio un alma inteligente y no renunciemos a ella. La libertad debe estar acompañada de lo moralmente mejor que produce nuestra civilización. Si nuestra libertad no iguala a esos valores cae en la esclavitud de las propias pasiones y si nuestro uso de la libertad supera los límites de nuestra civilización, cae en la anarquía.  Es nuestra capacidad de pensar, soñar, rezar y amar, la que nos dará la justa medida de ella para una existencia más plena y una feliz convivencia.

Autor: PATRICIO LONS

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