Müller: «El cristianismo primitivo no tiene nada que ver con el comunismo»
Cardenal Gerhard Müller, Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe
En una reciente entrevista con Lothar C. Rilinger, el cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, profundiza en la relación entre el cristianismo y el comunismo, abordando las implicaciones teológicas y sociales de ambos sistemas y destacando su incompatibilidad fundamental.
PIDE RECORDAR A LOS DIRIGIENTES QUE UN DÍA SE LAS VERÁN ANTE DIOS
(Kath.net/InfoCatólica) Müller comienza la entrevista estableciendo la postura fundamental del cristianismo sobre el amor divino: «Dios es amor» (1 Juan 4, 8.12). En contraste, explica, el comunismo, tal como se presenta en los escritos de Karl Marx y sus seguidores, es esencialmente ateo. «El comunismo es en su núcleo ateísmo», afirma Müller, añadiendo que esto se manifiesta en una triada de «sin Dios, sin gracia, sin amor», tal como lo describió Alexander Solzhenitsyn, un destacado crítico del comunismo.
El cardenal argumenta que la negación de Dios conduce a una visión nihilista del ser humano, donde las personas son vistas como simples componentes del colectivo y no como individuos creados a imagen y semejanza de Dios. Esta perspectiva, según Müller, resulta en atrocidades históricas. «Marx no solo niega la existencia de Dios como origen de toda la creación y meta de la búsqueda de la verdad y la felicidad de cada ser humano. Él declara la religión en general como una peligrosa ilusión y como opio autodestructivo para el pueblo», dice Müller, subrayando las consecuencias desastrosas de tal pensamiento.
La crítica a la equiparación del cristianismo con el comunismo
Müller refuta la idea de que el cristianismo primitivo y el comunismo comparten ideales similares, particularmente en lo que respecta a la propiedad común. Según Müller, la caridad cristiana se basa en el reconocimiento de que todos somos hijos de Dios y que los bienes que poseemos son dones recibidos de Él. «El cristianismo primitivo es el resultado de la fe en Cristo crucificado, el Hijo del Padre, y no tiene nada que ver en esencia ni en la práctica con los sistemas políticos ateos del comunismo», aclara Müller.
El cardenal también critica a aquellos que intentan modernizar la Iglesia haciendo compromisos con ideologías ateas como la teoría de género neomarxista, calificándolos de ingenuos y de traicionar la doctrina cristiana sobre la dignidad humana. «Algunos representantes de la Iglesia, en su ingenua devoción, no son capaces de analizar las bases ateas de la ideología de género neomarxista», señala.
Reflexiones sobre la Teología de la Liberación y la situación actual
El cardenal reconoce que la Teología de la Liberación busca abordar el sufrimiento de los pobres en Iberoamérica, pero advierte contra el uso de métodos marxistas para lograrlo. Señala que cualquier intento de promover la justicia social debe basarse en los principios de la antropología cristiana y la doctrina social de la Iglesia, no en ideologías ateas. «La Teología de la Liberación original quería ser una teología, es decir, un discurso sobre Dios, no una sociología política marxista disfrazada de devoción», explica Müller.
En cuanto al reciente conflicto en Ucrania, Müller expresa su opinión sobre la postura del Papa Francisco, quien ha sido criticado por sus comentarios sobre la guerra. Müller subraya la dificultad de decidir cuándo luchar por la libertad es necesario y cuándo la resistencia es inútil, pero enfatiza la necesidad de detener al agresor sin caer en un «falso» pacifismo que solo conduce a la sumisión.
El papel de la Iglesia en la política mundial
Finalmente, Müller discute el papel de la Iglesia y del Papa en la política global. Afirma que los líderes cristianos tienen la obligación moral de condenar la guerra y abogar por la paz, instando a los responsables a reflexionar sobre su responsabilidad ante Dios. «El Papa y también los obispos tienen la obligación moral en la todavía cristiana Europa de condenar la guerra como un medio de hacer política y de llamar a los cristianos en todo el mundo a la oración para que Dios infunda pensamientos de paz en los corazones de los responsables», dice Müller.
El cardenal concluye destacando la importancia de la oración y la acción moral en la búsqueda de la paz y la justicia en el mundo, recordando a los líderes mundiales que un día deberán rendir cuentas ante el tribunal de Dios. «Nuestros líderes de 70-80 años en Washington, Moscú y Pekín deben comprender que en cualquier momento deberán rendir cuentas ante el tribunal de Dios, donde no podrán esconderse detrás de la propaganda de sus portavoces», sentencia Müller.