SER GIBELINOS
Ser gibelino significa - como ya ilustró Evola - creer e identificarse con una tradición regia. Esta Ars Regia, como un río subterráneo, corre a través de la historia de Occidente.
El gibelinismo se manifiesta históricamente dondequiera se concrete la idea ancestral, por la cual al jefe político, al soberano deben competir no sólo las cualidades morales y político-jurídicas de un buen ejecutor, mas "in primis et ante omnia" la Virtus del Sabio, del filósofo, del Pontifex y del Magister.
Quierendo tomar ejemplo del Islam, podríamos decir que el Rey deba ser portador, de manera casi natural, de una específica “Baraka”, o sea un carisma sagrado y una influencia espiritual. Los precedentes históricos de la Idea se encuentran en los Estados humanos más antiguos: el Reino de los Faraones egipcios y el Reino iraní de los Sha (forma contraída de Xšayāθiyānām Xšayāθiya, literalmente el Rey de los Reyes).
Dicha tradición regia, del Cercano y Medio Oriente, llegó a Europa, gracias a la mediación cultural de grandes personalidades del pasado; especialmente Alejandro Magno y Julio César. La idea del Imperio, de una Potestad – Potestas – descendida del Alto o derivada de un mandato divino, después de un largo período de latencia, volvió a aparecer en la Edad Media cristiana. Los Emperadores del Sacro Imperio Romano – los carolingios, los sajones y, sobre todo, los suevos – se convirtieron casi en una visible Teofanía de la Idea. Durante el reinado de los Hohenstaufen, también se acuñó el término "gibelino", para calificar la concepción del Estado como se describió anteriormente.
De acuerdo con René Guénon, la etimología de la palabra hay que buscarla en la voz árabe-judía "Gebel" – montaña – y se referiría, por lo tanto, a la compleja simbología de los picos y de las alturas. Desde un punto de vista histórico, para formar la concepción imperial de los Staufer sicilianos concurrieron diversos elementos: en particular, el concepto bizantino-constantiniano del Basileus y la doctrina chiíta del Imanato revitalizaron ideas similares, presentes todavía de forma latente en España y Occitania. Nos referimos al mito de la realeza divina de los Desposynoi – los "Hijos de Dios" – merovingios y de los Amalos – los “Celestiales” – Reyes de los Godos. Sin embargo, al contrario de lo que en Italia comúnmente se cree, el gibelinismo no terminó con la ruina política de los Staufer. La tradición continuó con sus sucesores: los Condes-Reyes de Barcelona, los Trastámara, Reyes Católicos de las Españas, y los Habsburgo-Austria hispanos.
Si realmente, de hecho, la idea sufrió un eclipse, eso pasó sólo en el 1740, cuando sobrevino la muerte del emperador Carlos VI, último miembro de la Casa de Habsburgo. Nuevamente siguió una fase de latencia y, como en el Mito del emperador Federico escondido dentro del volcán Etna, la Idea volvió a ocultarse. Pero esa corriente subterránea – como ya se dijo – nunca puede acabar realmente y, periodicamente, resurge.
Así que, a principios del siglo XX, en Italia, se escucha desde muchos lados invocar un retorno no meramente retórico, mas real al ideal político-imperial de los antiguos Caesares y al símbolo de Roma. Las grandes mentes de Gabriele D'Annunzio, Arturo Reghini, Alfredo Oriani y Julius Evola fueron los creadores y protagonistas de este resurgimiento de la Tradición. A nosotros hoy, compete la honrosa misión de recoger su legado, con la firme creencia de que el fuego sagrado de la Tradición nunca pueda apagarse. Monza, 13 de abril de 2017, Jueves Santo. Cesare Carlo Torella de San Leucio Traducido al castellano por el mismo autor, el 1 de mayo de 2017