EL NIÑO DEL TAMBOR
Pesebre y Árbol de Navidad en el Vaticano
Todas las Navidades vuelvo a disfrutar de mis más preciados villancicos, aquellos que me remiten a mi infancia y a mi mayor inocencia, esa a la que con los años queremos volver a encontrar.
Por PATRICIO LONS
Ese recordar, donde agrego alguna nueva versión de viejas canciones, me regresa a los pesebres armados por mi madre, bajo la vista cariñosa de todos, mis hermanos, mi padre y yo que colaborábamos acercando las piezas; donde dejábamos a los Tres Reyes Magos en un extremo a los que acercábamos un poco cada día hasta ponerlos junto al pesebre el 6 de enero. Y el Niño Jesús lo guardábamos hasta el 24 de diciembre a la noche. Algunas figuras llevaban generaciones en nuestra familia. Todo un cuidadoso rito mantenido año tras año y transmitido desde mucho más allá de mis tatarabuelos. Era y es todo un camino de reencuentro con nosotros mismos y con el Salvador que rescató nuestras almas.
La canción del niño del tambor, un aldeano pobre cuya única riqueza era su instrumento y que ante una inspiración, emprende el camino al pesebre para honrar al Niño Dios para tocarle una melodía con su tambor, es absolutamente conmovedora y me motivó a escribir estas líneas. El Nacimiento despierta muchos sentimientos, desde esa pequeñez hasta la rudeza de un soldado en combate que decide arrodillarse ante el humilde nacimiento del Rey de Reyes, de un extremo al otro nos enseñan un camino de retorno a nuestra raíz, a la propia cuna; nos señalan un sendero de regreso a la tradición.
Y en este fin de 2016, los argentinos y los pueblos de habla y sangre española, podemos tocar el tambor de nuestros corazones y acercarnos al Belén que hayamos armado en nuestros hogares. La tradición más fiel de amor a nuestra tierra, nace mucho más allá de una fecha patria u otra, nace con nuestra civilización. La argentinidad nace en nuestra cristiandad, no podemos medirla en dos siglos de independencia o en cinco siglos de hispanidad, como tampoco la madre patria España tiene origen en 1492, sino en ese humilde pesebre de Belén que señaló a un Tartesos para llevar el Evangelio hasta ese rincón de Europa y de allí saltar sobre el azul del mar para que camine al sol llevando la Palabra de Dios. Ese fue nuestro destino marcado en el nacimiento mismo de la civilización cristiana; los pueblos hispánicos nacimos allí, Argentina está unida a sus hermanas y a España en el Nacimiento de Belén. Esa civilización que con la ayuda y solidaridad de todos ellos defendimos en 1982 en la turba y en las aguas frías de las islas Malvinas y el Atlántico Sur.
Cada año podemos disfrutar de villancicos criollos, alemanes, españoles, franceses, italianos o ingleses, de acuerdo a nuestro gusto, todo lo bueno y noble nos pertenece. Y esa fe nos une a los hombres, como en aquella famosa tregua de Navidad en 1914 entre soldados alemanes, franceses e ingleses que salieron de sus trincheras con la pipa de la paz, confraternizaron y se ayudaron y celebraron juntos la Nochebuena.
Que cada uno de nosotros, nos planteemos el retorno a lo que nos hizo grandes, nos unificó en un continente con religión, lengua, leyes y con Cristo soberano. Los pueblos somos tradiciones o no somos nada. Y esas raíces nos unen, fortalecen y nos harán caminar hasta la última y feliz reunión de Dios y la humanidad en la Parusía.
Queridos lectores y querida familia: ¡¡muy feliz y cristiana Navidad con Nuestro Señor Jesucristo!!