En la Iglesia dicen que la relación entre el Papa Francisco y Alberto Fernández “está suspendida”
En el Vaticano consideran que el Presidente cruzó un límite al hacer trascender supuestas palabras de Jorge Bergoglio, de resignación ante el proyecto para facilitar su aprobación en el Senado.
En los primeros meses de su gestión Alberto Fernández se ufanaba de su relación el Papa Francisco. Deslizaba que tenía contactos con el pontífice, sin precisar si eran telefónicos o por mail. Pues bien: esos “contactos” están interrumpidos desde hace unos meses. No es un secreto que el empeño del presidente en impulsar la legalización del aborto complicó la relación, sobre todo por haberlo puesto en medio de la pandemia y del impacto de una larga cuarentena que deterioró la ya muy deteriorada situación social.
Con todo, la gota que rebasó el vaso -al fin de cuentas Jorge Bergoglio sabía que a la corta o a la larga la cuestión del aborto volvería a irrumpir en el Congreso (como en 2018) porque el propio Alberto Fernández lo venía anunciando desde la campaña- fue un trascendido que se lanzó desde el Gobierno tras la aprobación del proyecto en Diputados, en noviembre, y su tratamiento en el Senado, a fin de año. Se trataba de un supuesto mensaje que el pontífice le había hecho llegar al presidente.
La versión, que echó a correr la Casa Rosada en aquellos frenéticos días de diciembre, en que el Poder Ejecutivo trataba de asegurarse los votos y presionaba -según la convicción de la Iglesia- a los senadores, le atribuía a Francisco haber dicho que “si el proyecto va a ser aprobado, se lo apruebe de una buena vez y se dé vuelta la página”. Traducido: que el Papa daba por superado el diferendo y que a los legisladores no debía pesarle a la hora de votar la oposición de Francisco.
“El presidente cruzó una raya”, dijeron a Clarín en las cercanías del pontífice. Esa frase podría interpretarse de la siguiente manera, según asintió la fuente: que Alberto Fernández tiene el derecho de enviar un proyecto al Congreso, más allá de que le disguste -y mucho- al Papa. Y a pesar de mostrar ingratitud por hacerlo después de pedirle ayuda a Francisco -y obtenerla- en el caso de la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario.
Pero otra bien distinta -siguiendo el razonamiento aceptado por la fuente- es que el presidente manipule al pontífice en beneficio de su propósito. No hace falta ser un gran conocedor de la personalidad de Jorge Bergoglio para saber que si algo detesta es que lo manipulen políticamente. Ya Cristina Kirchner había explotado al máximo el respaldo que Francisco le dio ante el temor de que no terminara su segundo mandato y que estallara una crisis.
No solo los “contactos” se interrumpieron, más allá de los formalismos de la relación diplomática. También Francisco prestó su asentimiento para que los obispos argentinos critiquen al Gobierno cuando consideren que hay motivos. Acaso eso quedó claro durante el viaje -rodeado de la máxima discreción- que el presidente del Episcopado, el obispo Oscar Ojea, efectuó en enero al Vaticano y sus varios encuentros con el Papa.
Lo cierto es que a su vuelta monseñor Ojea fue inusualmente duro ante el escándalo de las vacunaciones VIP. “Vivimos perplejos la politización de la vacuna”, afirmó en su reflexión semanal subida a las redes sociales. Además, advirtió que en esta cuestión “debemos tener una gran delicadeza porque se trata de la vida y la muerte” y recordó conceptos de Francisco sobre las prioridades en las campañas de inmunización.
Más recientemente, el Episcopado criticó la represión de las protestas en Formosa por las draconianas restricciones que el gobernador Gildo Insfrán impuso ante la pandemia. “No puede aceptarse la represión violenta de ciudadanos que reclaman por sus derechos humanos y sociales”, dijo en un comunicado. Y pidió “alejarse de la prepotencia personal o institucional, propias de otros tiempos trágicos de nuestra Patria”.
Otro tema que preocupa en la Iglesia es el avasallamiento de la Justicia por parte del oficialismo. En febrero, los obispos del noroeste advirtieron que “la democracia se ve amenazada por la falta de respeto a la división de los tres poderes, por la falta de independencia de la justicia”. En abril los cien obispo del país realizarán su primera asamblea del año y deberán decidir si se pronuncian sobre la situación nacional.