Exorcismos en la última semana de Adviento
Frame Stock Footage | Shutterstock
Para algunos, puede parecer una práctica supersticiosa, pero refleja una auténtica cosmovisión cristiana.
Los últimos días de Adviento eran un tiempo de intensa preparación espiritual que incluía un "exorcismo" dirigido por la familia para expulsar a los demonios antes de Navidad
Los cristianos durante muchos siglos se centraban los días de la última semana de Adviento en expulsar a los demonios que pudieran estar acechando en los rincones de su casa y propiedades. Creían en el principio espiritual básico de que para poder invitar a Dios a su hogar, necesitaban «exorcizarlo» de cualquier influencia maligna.
Este no era un exorcismo formal realizado por un sacerdote, sino más bien un servicio de oración “familiar”, dirigido por el cabeza de familia.
Francis Xaver Weiser explica esta costumbre de Adviento en su libro Handbook of Christian Feasts and Customs.
En algunas partes de Europa central se practicaban antiguas costumbres de ahuyentar a los demonios en la fiesta de Santo Tomás Apóstol (21 de diciembre) y durante las noches siguientes (Noches duras) … los agricultores caminan por los edificios y alrededor del corral, acompañados de un hijo o de uno de los peones de la granja. Llevan incienso y agua bendita, que rocían mientras caminan. Mientras tanto, el resto de la familia y los sirvientes se encuentran reunidos en la sala de estar rezando el Rosario. Este rito es para santificar y bendecir toda la finca en preparación para la Navidad, para mantener alejados a todos los espíritus malignos en los días festivos.
Una tradición bien católica
Para algunos, puede parecer una práctica supersticiosa, pero refleja una auténtica cosmovisión cristiana.
Los demonios existen y no les gusta cuando celebramos días como el nacimiento de Cristo. Tendría sentido que quisieran hacer cualquier cosa que estuviera en sus manos para interrumpir tal celebración.
Esta costumbre reconoce esta realidad e invoca el poder de Dios para ahuyentar a los espíritus malignos. Dios es siempre el que hace el trabajo; simplemente lo invitamos a ejercer su poder.