Pelagianismo, Gnosticismo y Clericalismo
Estos tres demonios nos apartan de la verdadera senda del Bien. Trasladados a la sociedad civil, la apuesta por una Humanidad que prescinde de Dios, resulta ser -creemos- el motivo principal de la decadencia que hoy vivimos con toda crudeza.
Al iniciar la 107° Asamblea de la Conferencia Episcopal Colombiana (CEC), el Arzobispo de Bogotá, Cardenal Rubén Salazar, exhortó a tener cuidado con tres demonios que se encuentran en nuestra época y al interior de la Iglesia: el pelagianismo, el gnosticismo y el clericalismo.
El prelado enseña que el peliagianismo es "creernos nosotros los salvadores, los mesías, los que vamos a poder, por nuestras propias fuerzas, ser liberados del pecado y de la muerte.”
El gnosticismo, es “pensar que todo puede ser doctrina y doctrina y solo doctrina, y pensar que solo los catecismos y muchos catecismos e insistir en la doctrina, que por ahí vamos a poder ser salvados.”
El demonio del clericalismo, mientras tanto, es creer creer que la jerarquía son "los dueños de la Iglesia... los únicos depositarios de la salvación y por lo tanto no servir al pueblo de Dios, sino pretender ser servidos.”
Efectivamente, estas tres manifestaciones del mal -algunas más sutiles que otras-, aún cuando se hayan dado a través de toda la historia humana, parecen haberse disparado con toda la saña e invadido a toda la persona y a todas las personas.
O acaso ¿no apostamos por 'salvadores' humanos?, ¿no nos pasamos observando la 'pureza' de la doctrina en el Papa, creyendo saber más que todos sobre ella?; y ¿no pensamos que todo aquél que no piense como yo, se merece la exclusión y la censura?
No caben dudas que vivimos épocas muy difíciles (creo que únicas en la histora humana). Pero a poco de ahondar en las causas, no caben dudas que la primera de todas es el abandono de la adhesión profunda a los valores naturales dados por Dios a toda la humanidad. Discernir entre el bien y el mal, cada vez es más difícil y no debemos engañarnos: el trabajo persistente de las logias ha producido finalmente su efecto.
Quizás por eso, Nuestro Señor se preguntó con gran tristeza: "Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará algún creyente?"