UN DEBATE SIN RUMBO, SIN IDEAS NI PROYECTOS DE NACIÓN
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Un espectáculo decepcionante, se convirtió en una pelea de egos y de nostalgias vacías
Este domingo 8 de octubre de 2023 se realizó el segundo y último debate presidencial entre los cinco candidatos aspirantes a ocupar el Sillón de Rivadavia, el próximo 10 de diciembre. Al igual que en el debate anterior, el encuentro no ha logrado satisfacer las expectativas de la mayoría de los votantes ni esclarecer sus estrategias políticas para el conjunto de la patria, que atraviesa una grave crisis económica, social y, principalmente, política. Los candidatos se dedicaron a lanzar imputaciones, reproches y chicanas, sin propuestas concretas ni soluciones viables. Un espectáculo decepcionante, que continúa mostrando una la falta de rumbo y de visión política por parte de la dirigencia política.
Debemos cuestionar toda la organización en su conjunto de esta escaramuza, las formas de estructurar los temas y los tiempos. Se acordaron ejes temáticos elegidos por “la gente” y se les otorgó límites de tiempos para cada uno de ellos. Lo que impidió que se discutieran cuestiones transcendentales para un país, peor aún, no dieron lugar al aporte, cierto y real, de datos y cifras sobre pobreza, desigualdad, exclusión, violencia, suicidios, narcotráfico, corrupción, producción de bienes y servicios, alimentaria y energética. Temas que hacen a la realidad argentina. Ahora, seguimos sin conocer cómo harán para mejorar la calidad de vida, la equidad y la convivencia de los argentinos con aquellas variables que crecen sin contención del poder político.
Por lo tanto, fue un espectáculo decepcionante, se convirtió en una pelea de egos y de nostalgias vacías. Más a una pelea entre potenciales candidatos a ocupar la administración de un edificio. No se aportó nada nuevo ni ilusionó a los votantes.
La verdadera política, es la política internacional. Argentina siempre ha estado en el radar geopolítico de las potencias colonialistas, debido a las extraordinarias riquezas que posee a lo largo de su geografía, tanto continental como marítima. Siempre seremos objetivos de sus apetencias, así lo expresó el dueño de Tesla y Twitter el 10 de noviembre de 2020: “¡Derrocaremos a quién queramos! ¡Bánquensela!”.
En ambos debates presidenciales no se hizo clara referencia al papel internacional de Argentina, ni cómo protegeremos nuestras riquezas naturales, mineras, energéticas, alimentarias. Sabemos que, los hechos nos lo demuestran, nuevamente la Nación Argentina está en el ojo del huracán geopolítico por los minerales que las grandes potencias necesitan para tener chances de ganar el juego de posicionamiento mundial. Lamentablemente, estos bienes estratégicos no son debidamente protegidos por la responsabilidad de muchos de nuestros gobernantes a los que poco o nada les interesa la Patria y su pueblo, permitiendo su extracción para ser llevados al exterior sin control alguno.
Ante estos hechos, en América Hispana en general, y en Argentina en particular, el sufragio presidencial es entre administradores políticos de un país y conductores políticos de un pueblo.
El primero se limita a gestionar los asuntos públicos sin tener una visión estratégica ni una conexión profunda con las necesidades y aspiraciones de las mayorías. Podrá ser eficiente en algunos aspectos técnicos de la administración, pero carece de liderazgo, del suficiente “óleo sagrado de Samuel”, para movilizar y orientar a esa mayoría hacia un Proyecto Nacional de transformación. El administrador suele ser funcional a los intereses de las oligarquías locales y a las presiones externas, sin defender la soberanía y la independencia del país. No posee una Doctrina o ideología propia, se adapta a las circunstancias y a las conveniencias del momento. Tampoco genera adhesión ni lealtad, sino indiferencia o rechazo por parte del pueblo. Carece del arte de la conducción, de su teoría y su técnica.
El conductor político, tiene una visión de conjunto y a largo plazo de los problemas y las soluciones para la patria, y que sabe transmitirla al pueblo con simpleza, claridad y convicción. Tiene una relación directa y afectiva con el pueblo, a los que escucha, respeta y representa. Posee una gran capacidad de liderazgo y carisma para organizar y movilizar en torno a un proyecto nacional de liberación y justicia social. Conoce los secretos de la conducción. Defiende la soberanía y la independencia de su Nación frente a las injerencias extranjeras, y busca la unidad regional con los países hermanos de América Hispana. Y, lo más importante, tiene una Doctrina y una ideología, síntesis de la cultura de su pueblo y de la historia de su continente, que la convierte en Teoría Política para la Acción Política, permitiendo Unidad de Concepción. El conductor genera adhesión y lealtad, y se convierte en un símbolo y un referente para el pueblo. No busca la obediencia. No impone, persuade. No es expansionista, ni imperialista, navega las aguas turbias de este contexto internacional manteniendo una equidistancia entre el liberalismo y el progresismo.
En la América Hispana las grandes corrientes ideológicas europeístas, que marcaron el S. XX, como el liberalismo, el socialismo o el comunismo, están perdiendo vigencia y relevancia para explicar y orientar la realidad política y social en nuestros países. Estas teorías se han agotado o han fracasado en sus propuestas de transformación de la comunidad hacia la igualdad o la libertad, y están siendo sustituidas por un pragmatismo que busca adaptarse a las circunstancias y a los intereses de cada momento y lugar, siendo más flexibles, negociadores, formando mayorías, buscando eficiencia, sin atender a los principios o valores que sustentan aquellas corrientes ideológicas.
Estos cambios se pueden entender como una reacción al proceso de globalización que ha afectado a los pueblos. Este nuevo escenario irá generando desafíos y amenazas para la soberanía, la independencia, la cultura y el desarrollo de nuestras naciones hermanas. Somos testigos de cómo algunos gobiernos y movimientos sociales han optado por reivindicar su autonomía y su diferencia frente a las potencias hegemónicas, especialmente contra los gringos, británicos y galos.
Soberanismo hispano o pragmatismo político, fortalecimiento de la Nación-estado o integración a bloques extra-continentales (BRICS) es la discusión a dar, y que no vemos. La defensa de los intereses nacionales/regionales por encima de los intereses globales, donde también está en juego nuestros rasgos culturales e históricos que nos distinguen como Hispanoamérica, a los que hay que recuperar y preservar. Es la pelea que está dando gran parte de Asia, la región del Sahel en África y, en América, recién comienza con y en Argentina…¿estaremos preparados?