Feminista pro aborto encuentra respuestas en el cáncer de su marido
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"El verdadero empoderamiento está en dejarse amar por Cristo", asegura Maricela tras un largo proceso de cambio
Maricela defendía el aborto como un derecho humano. Su propósito principal era el empoderar a las mujeres, reclamar y exigir sus derechos y desechar al hombre de cualquier panorama donde la mujer tuviera que desarrollarse.
Ella consideraba que la mujer podía salir adelante sin la ayuda de nadie y menos de un hombre.
Pero Dios la fue llevando poco a poco a la conversión, de la lucha social pro feminista, pro aborto y pro derechos de las mujeres, a ser una humilde mujer postrada a los pies de Dios pidiendo un milagro rezando el rosario por la salud de su esposo.
Su conversión la ha llevado a descubrir que el feminismo está manipulado por intereses muy grandes a nivel internacional y que quienes están en su filas son mujeres con muchas heridas, resentimientos y son engañadas por ideologías que solo las llevan al vacío, el odio, la violencia y la desesperación.
Maricela ha ido escribiendo su nueva historia de la mano de Dios y la Virgen María.
También con ayuda del apóstol Santiago inició un camino que la llevó del odio a los varones a la comprensión.
Hoy ama a su esposo que sufre cáncer y asegura que daría lo que fuera para que viviera muchos años más en familia y con salud, pues es su complemento y parte fundamental de su realización como mujer.
Maricela dice que las feministas radicales están equivocadas y que solo la Virgen María ha podido ayudarla a entender el verdadero feminismo, que no violenta, sino ama.
Y ahora cree que el verdadero empoderamiento está en dejarse amar por Cristo. Esta es la historia de una feminista conversa…
– Maricela, háblanos un poco sobre ti.
Soy Maricela Wolf Cos, nací en la Ciudad de México y actualmente vivo en Querétaro.
Estudié Contabilidad y Finanzas, de lo cual ejercí muy poco. También estuve en España cuatro años y estudié una maestría. Me quedé a trabajar allá y por la crisis financiera regresé a México.
Actualmente me dedico al hogar, tengo a mi esposo enfermo y tuve que dejar cualquier actividad para dedicarme a él y a mis hijos Santiago y Mariel.
Mi esposo y yo estuvimos de novios un año y, al año, decidimos vivir juntos porque era lo que indicaba la norma social. Después llegaron nuestros hijos, el matrimonio y la conversión de ambos.
– ¿En qué contexto familiar creciste con respecto a la fe y a la doctrina?
Soy de formación católica. Cuando yo era niña mis papás comenzaron a servir, así que también me acostumbré al servicio, incluso en grupos religiosos y en colegios católicos. Siempre me desarrollé en ese ambiente.
Católica siempre he sido, pero ya en la universidad, cuando me fui a estudiar a otro estado (Puebla), empecé a conocer personas de otros países y con ideologías diferentes. Y fue cuando empecé a explorar otros ambientes y otras formas de pensamiento.
Dios estaba presente pero poco a poco se fue haciendo un Dios de conveniencia, solo cuando lo necesitaba. Cuando me fui a España, la historia cambió mucho.
– ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que iniciaste en el feminismo radical?
Desde la universidad había mucha propaganda y lecturas sobre el empoderamiento de la mujer.
Y ya en España, el tema de que la mujer puede sola, que no necesita de nadie y, de los hombres y mucho menos de Dios para ser alguien exitosa, era muy fuerte.
Yo me empoderé por la parte profesional, me sentía capaz de todo estando sola y lo apliqué en mi preparación.
No me consideraba radical. Ni siquiera me consideraba feminista, pensaba que era normal la forma de pensar con ese tipo de ideologías. Me dejé llevar por la ola del feminismo y tenía muchas lecturas al respecto.
En España el aborto era muy normal y creía que las mujeres tenían ese derecho, pero me di cuenta de la realidad en el momento de mi conversión. Para mí todo era machismo y sentía que las mujeres teníamos que salir a empoderarnos.
Cuando regresé a México estaba un poco derrumbada por la situación financiera y porque me quedé sin nada mientras vivía y trabajaba en España.
Estaba buscando quedarme en España con la residencia, porque solo tenía un permiso especial, y tuve que esperar.
Pero me quedé sin trabajo y viví ocho meses de la caridad de mis amigos. El dinero que tenía ahorrado lo usé para seguir llevando la misma vida, el mismo estilo de vida, pensando que se resolvería mi situación y no pasó. Nunca más encontré trabajo.
Ya no me podía quedar en España, porque no estaba en regla. Y, curiosamente, los que más me apoyaron fueron varones, esos machos “malvados” que nos quieren oprimir.
De hecho, volví a México gracias a que un amigo me pagó el boleto del avión, sin que yo se lo pidiera.
– ¿Hiciste el Camino de Santiago?
Sí. Antes de regresar a México, en Madrid vivía en una calle en la que casi en frente tenía una parroquia a la que a veces entraba.
Y de pronto, me di cuenta que había un grupo de jóvenes. Me invitaron a estar con ellos y acepté porque no tenía más que hacer por el paro laboral.
Ese año era jubilar, se hacía el Camino de Santiagoy tenía muchas ganas de ir, pero ya no tenía ingresos por mi desempleo.
Entonces, una familia española que ese año no iba a poder peregrinar, me pagó para que fuera en su lugar.
En el camino le pedí a Santiago que intercediera por mí, por la situación que estaba viviendo.
Cuando regresé de hacer el camino del norte, por quince días, me encontré al amigo que pagó mi boleto de regreso y ahí entendí que tenía que volver a México.
Pero estaba triste porque sentía que se había coartado el desarrollo profesional que me permitía ser una mujer empoderada y exitosa.
– ¿Con qué te encuentras al volver a México?
Hubo una situación difícil porque mi mamá enfermó y aún tenía el estrés por lo que había pasado en España.
Pero en lugar de agradecer a Dios porque ya estaba de regreso en casa y acogida por mi familia, decidí hacer un grupo de empoderamiento femenino.
Quería demostrar que yo podía y que era una mujer empoderada aunque estuviera pasando por un mal momento.
– ¿Cómo se llamaba el grupo y qué promovían?
Se llamaba “Up Woman” y lo que queríamos era promover el empoderamiento de la mujer profesionista.
En apenas dos días ya teníamos mil seguidores y, como el movimiento feminista empezaba apenas en México, funcionó sin hacer mucha propaganda.
Queríamos hacer redes en donde nos apoyáramos como profesionistas. Esto no era una mala idea.
El problema llegó cuando no entendimos la diferencia entre feminismo radical y el “queremos apoyarnos como mujeres”.
Entonces, cuando me di cuenta, la gente de la que estaba rodeada era parte de los grupos feministas radicales.
Yo quería algo bueno para las mujeres y se volvió una competencia con deslealtad y envidias.
Cada quien quería lo suyo. En ese camino con el grupo, conocí a mi esposo y me apoyaba en todo.
En una ocasión íbamos a hacer un evento con más de mil mujeres, varias de ellas de renombre, pero me empecé a dar cuenta de que el movimiento se estaba volviendo radical.
No quería que se hicieran a un lado a los hombres, porque yo tenía a un buen hombre a mi lado. Empecé a entrar en discordia y, en ese lapso, me embaracé de mi hijo.
Seguí adelante, estábamos armando todo, y el doctor me dijo que el nacimiento de mi hijo sería el mismo día del evento. Entré en conflicto, pero finalmente decidí cancelar el evento.
Nació mi hijo y, al poco tiempo, me volví a embarazar de mi hija y vino la primera prueba de cáncer de mi esposo y ahí es donde me doy cuenta de que “alguien” no quería que hiciera ese evento.
Para esto, mi esposo y yo empezamos a ir a un movimiento católico porque mis papás nos pidieron que fuéramos a un retiro.
Es decir, estaba en el movimiento de mujeres, con mi esposo, asistimos al retiro y nos embarazamos.
Cuando me embaracé de mi hija fue cuando dejé el empoderamiento de mujeres. En esa época no había un orden en mi vida.
Después del retiro empecé a rezar el rosario por la conversión de mi esposo, pero la primera que se convirtió fui yo.
A través María, Jesús me rescató de una forma impresionante, porque antes de que el movimiento feminista llegara a México con fuerza, me embaracé con pocas probabilidades.
Cuando andaba empoderando mujeres, recuerdo perfecto que les decía que si algo les estorbaba para triunfar debían dejarlo para lograr su objetivo.
– ¿Para entonces ya estabas más estable?
Ya, pero me cuestionaba por qué tenía un vacío tan grande si tenía lo esencial: trabajo, un buen esposo, el movimiento.
Y fue cuando empecé a reflexionar que necesitábamos a Dios en la relación y comencé a rezar el rosario por la conversión de mi esposo.
Nuestros hijos llegan en el mejor momento, Dios los mandó antes de que ya no pudiéramos. Porque después de que nace mi hija, llega la prueba de cáncer de mi esposo. Ahí nos dimos cuenta de que eran un milagro.
Después de las quimioterapiasnos insistieron mucho en que nos teníamos que operar, porque tener un bebé era muy riesgoso.
Para esto, mi esposo empieza a hacer su ritual de iniciación católica. Cuando mi hija nace, su plan era bautizarse con ella, pero en ese momento no se pudo y lo hizo una semana después.
En el proceso de conversión, el rezo del santo rosario ya me había hecho pensar y sentir diferente respecto a la mujer y al papel que desempeñamos realmente. Me di cuenta de que mi vida era un desorden y que no había congruencia.
Cuando mi esposo estaba en el hospital me llegaron unas meditaciones de un sacerdote de Ecuador, de la Familia Hosanna.
Y siempre cuento esta historia porque había sido un día muy caótico. Estaba harta, mi esposo estaba ingresado y yo estaba en una silla a un lado de él y dije: “Ya no quiero saber nada”.
Me puse los audífonos y empecé a escuchar la meditación que me decía mi mamá. Ese día sentí como el Espíritu Santo entraba en mí.
Porque sentí cómo se calentó mi cabeza y sentí mucho calor y empecé a llorar, con un llanto sanador. Para mí ese momento fue un parteaguas de decir: “Espera”.
– ¿De qué hablaba la meditación?
Por la mañana suelen mandar la meditación de una lectura, por lo general el Evangelio, y en la noche una meditación para descansar en el Señor.
Al escucharla reflexioné sobre lo incongruente de mi vida y, con mi esposo, que ya me había entregado el anillo, hablé del futuro.
Y bendito sea el Señor, en marzo del 2019 nos unimos en matrimonio y dejé de lado todo lo referente al empoderamiento de mujeres.
– ¿Cómo se llama el sacerdote de las meditaciones?
Se llama John Montoya, ecuatoriano, del grupo Familia Hosanna y yo soy servidora de Familia Hosanna.
– ¿Se puede rescatar algo del empoderamiento femenino?
Hay cosas muy rescatables del empoderamiento de la mujer, pero ahora veo que solo basta una fe firme, acercarse a Dios y puedes hacerlo.
Hay muchas cosas del feminismo que rayan en el extremo y no es ni de cerca lo que querían las primeras mujeres.
Ahora lo veo como un plan bien diseñado por la élite para destruir a la familia, porque si desequilibras a la mujer, desequilibras a la familia. Dios nos hizo para encontrar una unión con el hombre y poder ser felices.
Ahora, del grupo de “amigas” feministas, no queda ninguna. Cuando vino el cáncer de mi esposo se terminó el acercamiento con ellas.
En cambio, la comunidad católica con la que habíamos hecho este retiro estuvo y ha estado al cien apoyándonos, ayudándonos. Esas son las verdaderas amistades, las que se hacen en Cristo.
– Con respecto a las feministas, ¿de qué forma podemos reconciliarnos cuando pensamos diferente?
Creo que el cambio no vendrá de ellas, porque no están dispuestas. Tienen heridas de vida y han sido muy manipuladas.
El cambio tiene que venir de nosotros porque es lo que nos corresponde como cristianos: amar a los demás.
Como dicen los sacerdotes santos: “Hay que odiar el pecado, no al pecador”. Nos corresponde orar por ellas, por su conversión y yo lo he vivido al rezar el santo Rosario. Ellas necesitan comprensión y oración.
– Maricela ¿cuál consideras que ha sido el momento más difícil de tu vida y cuáles han sido los milagros?
Lo más oscuro es ahora, con la segunda prueba del cáncer de mi esposo, porque ha sido mucho más agresivo que la primera vez.
Una vez lo hospitalizaron y no supe nada de él en muchas horas hasta que me dijeron que tenía un tumor. Pero sentía muy fuerte la presencia de Dios y de María.
Los primeros milagros fueron los nacimientos de mis hijos, la primera recuperación de cáncer de mi esposo y nuestra conversión.
Ahora, en la situación que estamos, salió pronto del hospital y, mientras estaba en el hospital llegó un sacerdote que conocíamos.
Le pedí que se acercara a mi esposo y le dio confesión, unción y le llevaron una enfermera que no conocíamos y le impuso una reliquia, un pedacito de tela del manto de san José y de María y, a partir de eso, sanó más rápido de lo esperado.
La enfermera llegó y le dijo: “Diego, te traigo un regalo”, se lo puso y comenzó a sentir calentito. En dos días estaba fuera del hospital y los doctores no se lo esperaban.
La enfermera nos reveló que estaba dormida y, en sueño, le dijeron: “Tienes que llevarle una tela a Diego”. Y al día siguiente buscó a Diego y se la impuso.
– ¿El santo rosario ayudó a que tú te reconciliaras con tus valores?
Sí. El santo rosario fue la herramienta y el arma más poderosa de conversión en mi familia.
– ¿Qué esperas de Dios?
Dios tiene un plan perfecto para cada quien, pero no se puede llevar a cabo si no estás con el corazón dispuesto.
Porque, incluso hoy que paso por la prueba de cáncer de mi esposo y que sigue delicado, tengo momentos muy difíciles, pero normalmente dentro de mí hay paz y la seguridad de que pase lo que pase será lo mejor porque es el plan de Dios. El verdadero empoderamiento está en dejarse amar por Cristo.
En la plataforma católica FAMFLIX puedes conocer más de Maricela y su esposo Diego Daniel Reyes en la serie “Ya no somos dos”.