Una administración de justicia plasmada por la equidad y por la caridad
Monseñor Pedro Torres
Córdoba (AICA): “No dejemos de soñar y de trabajar por la justicia, que es condición para la paz. Y por una administración de justicia plasmada por la equidad y por la caridad”, pidió el obispo auxiliar de Córdoba, monseñor Pedro Torres, en un artículo sobre las expresiones del exjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Enrique Zaffaroni en cuanto a que es imposible la independencia del poder judicial del político.
Texto del artículo
A comienzos de este mes, el exjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Enrique Zaffaroni, en un encuentro de magistrados en el Vaticano sobre derechos sociales y doctrina franciscana, se expresó, según lo trasmitieron los medios de comunicación, en torno a que consideraba imposible y aun hasta patológico pensar una Justicia independiente de la política partidaria e imparcial.
Sus dichos, tal vez sacados de contexto, provocaron reacciones de perplejidad y hasta de enojo. Perplejidad, quizá porque muchos consideran, fundados en diversos códigos de ética, que es un derecho humano ser juzgado por un juez imparcial, y es un sentir masivo que así debería ser. Enojo, porque se atribuyen a estas afirmaciones una motivación de fondo: abrir camino a proyectos que se consideran atentan contra un sistema democrático republicano con independencia de poderes.
Al tomar estado público, el tema fue objeto de múltiples expresiones cargadas de sensatez por parte de juristas también muy prestigiados entre nosotros. Pero es interesante tener en cuenta que la cuestión de la imparcialidad de los jueces también fue enfocada desde la ética en debates mantenidos en los últimos años, que se plasmaron en códigos de ética profesional tanto del exterior como de nuestra misma provincia, como el que ofreció el Tribunal Superior local en 2013.
Desde una mirada ética religiosa, vale recordar que ya en el libro del Levítico (19,13) y desde el Deuteronomio se habla de la necesidad de jueces que no hagan acepción de personas. El primer capítulo de este último enseña: “No hagáis en el juicio acepción de personas; escuchad al pequeño lo mismo que al grande. No tengáis miedo a ningún hombre pues la sentencia es de Dios”.
Este llamado se repetirá muchas veces a lo largo de la Biblia, particularmente en profetas como Isaías o Malaquías, e incluso en el Nuevo Testamento, en particular San Pablo y la carta de Santiago.
La moral católica enseña que la independencia de los jueces y la imparcialidad no son sólo valores que hay que tutelar, sino contraseña de la tercera parte interviniente en un litigio, sin la que ningún juez resulta concebible. No dejemos de soñar y de trabajar por la justicia, que es condición para la paz. Y por una administración de justicia plasmada por la equidad y por la caridad.