REFLEXIONES Domingo 25 de Junio de 2023

Gloria Cecilia: «Muchas veces le pregunté a Dios por qué tanto sufrimiento»

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La hermana Gloria Cecilia Narváez, secuestrada en África durante 4 años y 8 meses, habló con Aleteia en el lanzamiento del Informe sobre Libertad Religiosa en el Mundo, elaborado por la Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre

El secuestro de la misionera colombiana Gloria Cecilia, franciscana de María Inmaculada, es uno de los miles de casos de persecución religiosa en el mundo. Desde que fue liberada, en octubre de 2021, ha dado testimonio en varios países, con un decidido llamado a la fraternidad. En esta ocasión fue invitada a escribir el prólogo de l informe, dado a conocer de manera simultánea en todo el mundo.

En el acto realizado en Colombia, la hermana recordó que la vida de fraternidad que llevaban en Mali, país de mayoría musulmana (98%) se truncó el 7 de febrero de 2017 a las nueve de la noche:

GLORIA CECILIA
Hermana Gloria Cecilia durante la presentación en Colombia del informe sobre persecución religiosa

«En la casa estábamos cuatro hermanas (una africana y tres colombianas) al cuidado de 13 niños con una enfermedad contagiosa, cuando irrumpieron cuatro hombres fuertemente armados con metralletas, machetes y revólveres y empezaron a insultarnos. Yo ofrecí mi vida para que no les hicieran daños a mis hermanas».

Pasó 1680 días trasladándose de un lugar a otro dentro del desierto del Sahara hasta que volvió a la libertad.

«Sin duda, ha sido una de las experiencias que más han transformado mi vida espiritualmente. Hoy, mirando hacia atrás, creo que, aunque suene paradójico, posiblemente haya sido una de las mayores bendiciones que Dios me ha dado».

Las conclusiones del informe ratifican que la mayor parte de la población mundial vive en países donde la libertad religiosa está gravemente restringida.

Dios y el sufrimiento

–¿Ha llegado a preguntarle a Dios por qué permitió su secuestro?

 

Claro que sí, muchas veces en el silencio del desierto le pregunté por qué ese sufrimiento. Le decía: «Dios mío, ¿hasta cuándo será esta tortura, hasta cuándo?». Porque veía cómo los días pasaban, cómo los años pasaban y yo seguía ahí, con los terroristas, en ese medio tan duro que es vivir días y noches huyendo, sin paz.

Sin embargo, la comunión espiritual me dio la fuerza para sostenerme en los casi cinco años de secuestro, así como la oración de tantas personas de todas las religiones que pidieron por mi liberación. Solía dibujar un cáliz en la arena, así llevaba el Sagrario a todas partes.

–¿Cómo afirmar que Dios existe, después de tanto sufrimiento?

Como dicen, no hay mal que por bien no venga. Este secuestro me permitió vivir más intensamente mi vida de consagrada, antes era una religiosa inactiva, cruzada de brazos. Esa experiencia me ayudó a ponerme en el lugar de los que sufren, de los privados de la libertad y tratar a todos con la misericordia que Dios nos trata.

Aunque fueron años difíciles puedo decir con certeza que mi espíritu nunca estuvo secuestrado y el Señor me sorprendió con regalos maravillosos como los atardeceres, los cielos estrellados y el sol como una bola de fuego que calentaba mucho… La misericordia de Dios me sostuvo, sino cómo explicar que siempre entre los secuestradores había un hombre bueno que nos tiraba un pedazo de pan o iba a medianoche a darnos un poco de agua.

Nunca dejó de dar gracias a Dios

Con esta respuesta, la hermana Gloria ratifica lo escrito en el prólogo del informe:

«… Nunca —ni una sola vez— dejé de dar gracias a Dios por haberme permitido despertar y estar viva en medio de tantas dificultades y peligros: ¿cómo no alabarte, bendecirte y darte gracias, Dios mío? ¡Porque me has llenado de paz frente a los insultos y los malos tratos!»

GLORIA CECILIA NARVAEZ
Hermana Gloria Cecilia

Rezar por los secuestradores

–¿Sigue orando por sus captores?

Sigo orando por ellos, igual que lo hacía allá. Yo no quería que ninguno de ellos muriera, yo se los presentaba al Señor y a la Virgen Santísima. Mi oración diaria es por los secuestrados, por los misioneros y por ellos, para que conviertan su corazón.

Al principio fui secuestrada por grupos yihadistas de Al Qaeda, pero ellos nos entregaron a un grupo de defensa del islam que perseguía a las comunidades religiosas y a sacerdotes en el norte de Mali.

Estuve mucho tiempo encadenada y siempre amenazada de muerte. Cuando iban a hacer su oración venían a escupirme y maltratarme, decían que nunca serían amigos de una persona con otra religión y menos de una religiosa. Sin embargo, yo oraba por ellos, para que llegaran a entender que podíamos ser hermanos y vivir en fraternidad.

«Mi espíritu nunca estuvo secuestrado y el Señor me sorprendió con regalos maravillosos»

Beatriz es una mártir

–¿Hay alguna imagen de aquel tiempo que suele hacerse presente ya estando en libertad?

Tal vez el momento más duro de mi cautiverio fue la muerte de Beatriz, una joven suiza, protestante y compañera de camino, con la que vivimos muchos años de secuestro. Fue un dolor muy grande para mí y para la sociedad suiza que hacía presencia en Mali con proyectos de ayuda humanitaria.

Era una persona con muchos valores y la mataron casi al final porque en una ocasión les respondió mal cuando nos presionaban para que nos convirtiéramos al islam. Con otra compañera oímos los disparos y miramos el momento en que se la llevaron. Oro mucho por su descanso eterno, de verdad que ella es una mártir.

–En algún momento comentó que, tras lo sucedido en África, su mejor psicólogo ha sido Jesús, ¿en qué etapa espiritual y anímica se encuentra actualmente?

La oración frente a Jesús Eucaristía me ha ayudado a sanar en un cien por ciento, aunque hay algunos recuerdos dolorosos que aún los llevo. Por ejemplo, soy demasiado sensible al dolor de la gente, a las condiciones inhumanas en que viven tantas sociedades.

Papa Francisco

–¿Ha vuelto a hablar con el papa Francisco en este último tiempo?

No he vuelto a hablar con él, pero sí oro intensamente por su salud, al igual que mi congregación. El papa Francisco nos ha dado una muestra ejemplar y es testimonio del verdadero misionero, cuando hace visitas inclusive en silla de ruedas, por ejemplo, cuando visitó Sudán.

Cuando lo vi en la misa en el Vaticano, recién fui liberada, recuerdo muy bien lo que me dijo: «Tú has sostenido la iglesia y la iglesia te ha sostenido».

GLORIA CECILIA
La hermana Gloria Cecilia se mostró sonriente en su diálogo con Aleteia, a pesar de todo lo que ha tenido que vivir

«Tumaco es otra África»

–¿Dónde está desempeñando actualmente su misión?

Por la gracia de Dios estoy en una misión en la diócesis de Tumaco, en la costa pacífica del sur de Colombia, donde mi congregación tiene presencia para ayudar especialmente a pobres y niños a través de comedores comunitarios. También visitamos enfermos, familias, ancianos… siempre en camino para ayudar al que más lo necesita.

Pensar en la vida de esa gente hace que vengan las lágrimas a mis ojos, quisiera buscar muchas manos que pudieran ayudar a que la gente viva dignamente porque hay situación de hambre, de violencia. Veo con mucha pena que, siendo la costa pacífica tan rica, en Tumaco no tenemos acueducto y llega el agua cada 12 días. Realmente hay extrema pobreza.

Hemos sido sostenidas por algunos colegios de nuestra misma comunidad que nos han brindado los alimentos, pero realmente tenemos muchas necesidades.

–¿Mantiene la ilusión, como lo ha manifestado anteriormente, de volver a África?

Las tes hermanas colombianas que estábamos al momento de mi secuestro pedimos volver (Clarita y Sofía son las otras dos). Yo encantada volvería África, donde continuamos con la misión de Benin y tenemos la posibilidad de abrir una nueva presencia, ya no en Mali, sino en un país cercano. Pero la verdad es que Tumaco es otra África, las necesidades de la población también son enormes. Allí también trabajamos por cuidar a las ovejas enfermas.

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Así seguirá ella, siempre en misión, en la cual tiene raíces su congregación. También continuará pregonando la fraternidad, con la paz que refleja su mirada y su hablar pausado, y pidiendo ayuda para los más necesitados.

 

 

Fuente: Aleteia - Lucía Chamat

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