Federico García Lorca y la fe
El poeta granadino enriqueció su obra y su espíritu, cuando estuvo en Nueva York, con muy variadas observaciones de las que no es carga menor la correspondencia con su familia y amigos de España.
De este epistolario surge, como joya en un arcón olvidada, una carta fechada el 14 de julio de 1929. Las referencias del fragmento recibido, y de otras ediciones, se dan al final del post. (1)
Lean y saquen comparaciones. Que si se dice que siempre son odiosas en este caso se supera con creces el dicho, justamente porque aquí acierta.
Para quienes se sorprendan del texto, para muchos insólito en lo que del autor es público paradigma, piensen que la opinión que se expresa no es la de un teólogo o doctor sino, probablemente, la de un fiel no vulgar y, sobre todo, poeta extraordinario como pocos, que ama la Belleza y se interesa por los hondos rincones del alma humana. Belleza que, como el Bien y la Verdad, emana de Dios y que Lorca sabe apreciar cuando la singulariza, la exalta y la destaca en, de y por la liturgia católica hoy en grave degradación en nuestro clero, conventos y jerarquía...
Lean el fragmento y simplemente recapaciten sobre lo que conocemos de nuestra reciente historia.