La Gran Hambruna, el genocidio irlandés
La Gran Hambruna sigue siendo un asunto polémico en la historia de Irlanda. Se continúa debatiendo sobre la respuesta del gobierno británico ante la pérdida de la cosecha de patata en Irlanda y la posterior hambruna a gran escala, y sobre si se trata o no de un caso de genocidio.
Fuente: Blog Innisfree
El 16 de Mayo, se conmemora en Irlanda II Día en Memoria de la Gran Hambruna, me uno al debate:¿Puede calificarse la Gran Hambruna de desastre natural? La plaga de la patata sí lo es, pero las estructuras de propiedad impuestas por la legislación sectaria de la potencia ocupante (esto es, las Leyes Penales que obligaban a los católicos a dividir las tierras en herencia entre todos los descendientes con el fin de fragmentarlas), la política de desahucios (que no se interrumpió durante los años de hambruna) y la decisión de continuar exportando alimentos a la metrópoli mientras los irlandeses se morían de hambre sí parecen decisiones políticas de consecuencias genocidas, cuya responsabilidad sí recae sobre los gobernantes británicos.
En 1996 Francis A. Boyle, profesor de Derecho en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, escribió un informe encargado por el Comité Hambruna Irlandesa/Genocidio de Nueva York, con la siguiente conclusión: “Es evidente que entre 1845 y 1850, el Gobierno británico aplicó una política de hambre masiva en Irlanda con la intención sustancialmente de destruir el grupo nacional, étnico y racial comúnmente conocido como el Pueblo Irlandés… Por lo tanto, durante los años 1845-1850, el Gobierno británico a sabiendas siguió una política de hambre masiva en Irlanda que constituyó actos de genocidio contra el pueblo irlandés en el sentido del artículo II (c) de la Convención sobre el Genocidio [La Haya] de 1948”. Sobre la base del informe de Boyle, el estado de Nueva Jersey (EE.UU.) incluyó la hambruna irlandesa en el plan de estudios sobre Holocausto y Genocidio en la enseñanza secundaria.
El historiador Peter Duffy escribe que “el crimen del gobierno, que merece ensuciar su nombre para siempre…” tenía sus raíces “en el esfuerzo por regenerar Irlanda” mediante “el reemplazo, tramado por los propietarios, de las parcelas de labranza por tierras de pastoreo” que “prima sobre la obligación de proporcionar alimentos a sus ciudadanos hambrientos. No es de extrañar que esta política sea vista por muchas personas como genocidio”.
Varios comentaristas han argumentado que el efecto abrasador de la hambruna en la memoria cultural irlandesa tiene efectos similares a la del genocidio, aunque mantengan que no ocurrió. Robert Kee sugiere que la Hambruna parece “comparable” en su fuerza en la “conciencia nacional popular a la de la «solución final» de los judíos”, y que no es “infrecuente” pensar que el hambre era algo muy parecido, “una forma de genocidio dirigido por los ingleses contra el pueblo irlandés”. De ello se hizo eco James Donnelly, historiador de la Universidad de Wisconsin-Madison, quien escribió en su obra Landlord and Tenant in Nineteenth-Century Ireland (propietario e inquilino en la Irlanda del siglo XIX) lo siguiente: “Me gustaría extraer la siguiente conclusión general: en una fase bastante temprana de la Gran Hambruna, el abyecto fracaso del gobierno para detener o incluso ralentizar los despejes (desahucios) contribuyó de manera importante a consagrar la idea de genocidio promovido por el estado inglés en la mente popular irlandesa. O tal vez habría que decir en la mente de Irlanda, pues era una noción que atraía a muchos hombres y mujeres cultos y perspicaces, y no sólo a la minoría revolucionaria… Y también es mi opinión que, aunque el genocidio de hecho no se hubiera cometido, lo que ocurrió durante y como consecuencia de los desahucios tenía el aspecto de genocidio para un gran número de irlandeses…”.
El historiador Cormac Ó Gráda discrepa de que la Hambruna fuera un genocidio: en primer lugar, porque “el genocidio incluye la intención asesina y hay que decir que ni siquiera el más fanático y racista de los comentaristas de la época buscaba el exterminio de los irlandeses”; en segundo lugar, que la mayoría de la gente de Whitehall [palacio sede del gobierno británico] “esperaba tiempos mejores en Irlanda”; y tercero, que la pretensión de genocidio pasa por alto “los enormes desafíos que enfrentan los esfuerzos de socorro, tanto centrales como locales, públicos y privados”. Ó Gráda considera que es más fácil de mantener un caso de negligencia que de genocidio. Sin embargo, las personas con responsabilidades como el jefe del socorro gubernamental Charles Trevelyan contradicen “la negligencia”, sino más bien arriesgaron las consecuencias desde la perspectiva colonial de que la Hambruna fue un “mecanismo para reducir el exceso de población” y un “juicio de Dios”.
El conocido columnista y letrista de canciones irlandés John Waters ha descrito la hambruna como el suceso más violento en una historia que se caracterizó por la violencia de todo tipo imaginable y afirmó que el hambre “fue un acto de genocidio, impulsado por el racismo y justificado por la ideología”, argumentando que la destrucción de la diversidad cultural, política y económica de Irlanda, y la reducción de la economía irlandesa básicamente a la dependencia de un monocultivo fue un holocausto que tenía que ocurrir. Waters sostiene que los argumentos sobre el origen de la plaga o la viabilidad de los esfuerzos de ayuda una vez que el hambre se había desatado eran irrelevantes para el significado de la experiencia.
Fuente: Blog Innisfree