Desobediencia Civil

POLÍTICA Sábado 13 de Octubre de 2012

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El precursor de la desobediencia civil fue el filósofo norteamericano Henry David Thoreau, (1817-1862), quien para protestar contra las iniquidades del gobierno de su país (entre ellas el mantenimiento del régimen esclavista y la anexión manu militari del territorio mexicano de Texas) prefirió verse en prisión antes que aceptar el pago de un impuesto de guerra. El pensamiento de Thoreau ha ejercido poderoso influjo en los modernos teóricos de la resistencia ciudadana contra los abusos del poder.

Autor: LFFV

En Colombia (N.deR.: en Argentina y en el mundo), se consideran erróneamente como manifestaciones de la desobediencia civil algunos actos que por su naturaleza y por sus efectos deben ubicarse en el campo de la desobediencia criminal. Es equivocado tener por desobedientes civiles a los que se valen de métodos violentos para expresar su inconformidad. El desobediente civil no se involucra en hechos brutales ni profiere amenazas.

El precursor de la desobediencia civil fue el filósofo norteamericano Henry David Thoreau, (1817-1862), quien para protestar contra las iniquidades del gobierno de su país (entre ellas el mantenimiento del régimen esclavista y la anexión manu militari del territorio mexicano de Texas) prefirió verse en prisión antes que aceptar el pago de un impuesto de guerra. El pensamiento de Thoreau ha ejercido poderoso influjo en los modernos teóricos de la resistencia ciudadana contra los abusos del poder.

“Bajo un gobierno que encarcela a cualquiera en forma injusta —escribió Thoreau—, el lugar apropiado para el justo es también la prisión”. Para el profeta laico de Concord todo abuso del poder debe ser resistido por los ciudadanos en nombre del sentido común y de la conciencia individual, pues los hombres honestos y patriotas están obligados por la ética a no transigir con la injusticia.

Según los expertos en el tema, hay desobediencia civil cuando una o más personas asumen cierta conducta no violenta con la cual, para poner de manifiesto la injusticia de una ley, de una decisión o de una orden, se quebranta en forma pública un precepto del Estado.

La desobediencia civil puede ser activa o pasiva. Es activa cuando los desobedientes hacen lo que está prohibido, y pasiva cuando aquellos omiten hacer lo que está mandado. Desobedecían activamente los seguidores de Martin Luther King que en el sur de los E.E.U.U. ocupaban lugares reservados a la población blanca por las leyes segregacionistas (vgr. asientos de buses o mesas de restaurantes). Desobedecían pasivamente los discípulos de Gandhi que rehusaban pagar las contribuciones impuestas a los indios por la administración colonial británica.

Lo que en primer lugar distingue la desobediencia civil de otras formas de disenso es su carácter pacífico. Los practicantes de esta manera de obrar renuncian a todo empleo de la violencia (esto es, al uso ilegítimo de la fuerza física o moral). Por lo tanto, no puede hablarse de desobediencia civil cuando cierto grupo de personas realiza un acto de protesta dentro del cual se vulnera la vida, la integridad, la libertad o la seguridad de otras.

Como la objeción de conciencia, la desobediencia civil está moralmente justificada. Ya en la edad media santo Tomás de Aquino llamaba “obediencia indiscreta” la del hombre que obedece incluso cuando se le manda hacer algo ilícito. Los que en nuestro tiempo defienden una obediencia ciega, robótica o maquinal a las prescripciones de la autoridad política practican ese “fetichismo de la legalidad” puesto en boga por los seudojuristas nazis.

En las normas del Estado no siempre hay un contenido recto. Cuando los gobernantes mandan cosas que se oponen a las exigencias del orden moral objetivo, violan los derechos naturales de la persona o contrarían las enseñanzas del evangelio, los cristianos tienen derecho a desobedecer.

Nadie puede ser obligado a convertirse en injusto por obediencia.


Fuente: El Catolicismo

Autor: LFFV

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