HOMBRES INSATISFECHOS
¡Cuántos hombres caminan por la vida sin aceptarse como son, arrastrando la pesada cadena de sus propias limitaciones personales!
Autor: Osvaldo Bacile
Es como si le dijeran a Dios en cada instante:“No me gusta cómo me has hecho, fúndeme y hazme de nuevo, porque así nunca seré feliz”.
Quizás creen que para ser feliz hace falta tener buen cuerpo, salud, dinero, inteligencia y otras cosas que ellos desean.
Pero lo más importante es aceptarse como se es y desarrollar al máximo las cualidades recibidas de Dios.
Nadie es perfecto, pero tampoco hay vidas inútiles y sin sentido para Dios. Todos somos valiosos para Él.
Más aún, todos somos sus hijos, con la misma dignidad y la misma categoría, no hay hombres de segunda clase para nuestro Padre celestial.
Habrá quienes tengan más cualidades para cumplir la misión que Dios les ha encomendado, pero cada uno tiene una misión y debe cumplirla; pues, de otro modo, habrá un vacío en el mundo y él será responsable del mal que hizo y del bien que dejó de hacer.
Ahora mírate a ti mismo.Haz un examen de conciencia
¿Te aceptas cómo eres?
¿Alguna vez le has dado gracias a Dios por ser así?
¿No?
¿Por qué no lo haces hoy mismo?
¿No puedes?
Vamos a ver.
¿Te avergüenzas de tus manos y tratas de ocultarlas?
¿Qué sería de ti sin tus manos?
¿Cómo podrías trabajar?
¿No te gustan tus ojos, tu nariz, tus dientes, tu estatura, tu color?
Entonces, es como si se convirtieran en tus enemigos, porque los rechazas y te haces mucho daño a ti mismo y te quitan las ganas de vivir.
¿Te gustaría tener buena salud, buena casa, mucho dinero, más inteligencia, etc., etc.?
Acepta la realidad y no te desprecies, tienes muchos dones de Dios y debes valorarte más.
Acepta con paz ese defecto corporal que tienes, sea calvicie, miopía, cojera, gordura, nariz prominente, pequeña estatura...
No te hagas daño a ti mismo.
Ve el lado positivo de las cosas y busca tus cualidades para desarrollarlas y dale siempre gracias a Dios, tu Padre.
¡Cuánta gente con menos cualidades que tú, incluso enfermos y ancianos, son felices! ¿Por qué tú no puedes serlo?
No te rebeles contra Dios y dale gracias por tu vida.
Te pondré unos ejemplos:
Alexander Solyenitzyn, premio Nobel de literatura, estuvo 11 años prisionero en un campo de concentración en Siberia.
En su obra “Archipiélago Gulag” escribe: “Alégrate, cuando no tirites de frío, cuando el hambre y la sed no desgarren tus entrañas.
Cuando no sientas rota la espina dorsal, cuando puedas caminar con ambas piernas y tomar las cosas con ambas manos y ver con ambos ojos y oír con ambos oídos”.
Eddie Rickenbacher estuvo veintiún días perdido en una balsa en el Pacífico, durante la segunda guerra mundial.
Cuando le preguntaron qué lección había aprendido de esa experiencia,
dijo: “La lección más grande que he aprendido es la de no quejarme nunca, mientras tenga agua y comida suficiente para vivir”.
Hellen Keller, a los dos años de edad, sufrió un ataque de fiebre cerebral y quedó sorda y ciega para toda la vida.
Pero ella no se amilanó y aprendió a leer y escribir y realizó estudios superiores. Fundó 50 escuelas para ciegos y escribió libros que se han traducido a 50 idiomas.
A sus 77 años, todavía seguía dando conferencias y ayudando a sordos y ciegos del mundo entero.
Y decía: “He luchado para descubrirme a mí misma una razón para vivir y un campo en el que pudiera ser útil.
Yo creo que podemos ser felices aquí y ahora, si cumplimos fielmente nuestro deber. Hasta la más humilde ocupación es un arte, si encierra esfuerzo y amor por lo demás”.
Si ella pudo ser feliz y ser útil a tantos seres humanos
¿por qué tú, que ves y oyes, no puedes serlo?
Tú eres una persona única en el mundo. Tú no eres fotocopia.
Lucha contra tu sentido de inutilidad o de derrota, libérate de la autocompasión. No te des por vencido, siempre hay algo que hacer por los demás.
Y tú puedes ser feliz, haciendo felices a los demás. Pero, si te das por vencido, nadie podrá hacer nada por ti.
Acepta la responsabilidad de tu propia vida. No sólo por ti mismo, sino también por los demás, que te necesitan y esperan mucho de ti para ser mejores y más felices.
¡Se necesita tan poco para ser feliz! Incluso, aunque hayas cometido muchos errores, Dios te los va a perdonar, acércate como un hijo arrepentido y ten la seguridad de que te va a perdonar, aunque nadie te perdone.
Y siempre estás a tiempo para empezar de nuevo. Mientras hay vida, hay esperanza, no te hundas en la desesperación.
Mira la vida de frente.
La vida continúa y Dios sigue confiando en ti. Pase lo que pase, confía tú también en Él.
Autor: Osvaldo Bacile