Nadie que hoy viva en una sociedad populosa y compleja y conozca mínimamente cómo han vivido las comunidades en los casos excepcionales en los que no hubo Estado podría comprender que una persona lúcida tenga como proyecto realista construir una sociedad sin Estado. Sin embargo, el sueño del actual presidente argentino, Javier Milei, es que en un futuro próximo podamos lograr eso. Para ir lográndolo trata desde ahora de retirar al Estado argentino de todo lo que la realidad política le permita.
Cuando el Imperio Romano colapsó no solo desapareció el poder político central sino una enorme cantidad de instituciones que garantizaban la vida ciudadana en todos los órdenes, incluso en lo relativo a la seguridad o la educación (por eso, muy rápidamente, las poblaciones europeas, que habían sido todas letradas -incluyendo a los esclavos y a las mujeres-, se volvieron analfabetas y recién 13 siglos más tarde, con la modernidad, se volvió a instaurar la escuela pública). Cuando el imperio romano colapsó, lo primero que surgió fueron mafias.
El Estado se retira y el espacio lo ocupa alguien: el más fuerte. Eso que sucedió con la caída del Imperio Romano se ve en las sociedades modernas cuando el Estado abandona a los sectores más pobres: en esos espacios comienza a instalarse una mafia que, al mismo tiempo que coacciona violentamente a los ciudadanos también los protege, impone su orden y crea nuevas instituciones.