Afganistán, un año después
Los combatientes talibanes golpearon a las mujeres que protestaban y dispararon al aire el sábado mientras dispersaban violentamente una manifestación
Autor: ALETEIA
El régimen talibán mantiene el país en la miseria y desprecia los derechos humanos más elementales, especialmente de las mujeres
Hace un año, Afganistán cayó de nuevo bajo el régimen radical islamista de los talibanes. Recordamos muy vivamente escenas de desesperación en el aeropuerto de Kabul y sus alrededores.
Veíamos masas que corrían desesperadas por encontrar un avión en el aeropuerto para salir del país ante el avance de las tropas talibanes y la retirada precipitada y caótica de las tropas norteamericanas y de la OTAN. Fue una desbandada. Todavía se recuerda a aquel afgano aferrándose en un ala de avión y que cayó al suelo cuando el aeroplano ya estaba a unos 60 metros de altura.
Los talibanes se hicieron con la capital Kabul el 15 de agosto de 2021, cuando declararon la victoria y el presidente afgano, Ashraf Ghanim, abandonó el país.
Las tropas gubernamentales prácticamente dejaron de combatir. Carecían de moral y de guía. El presidente norteamericano, Joe Biden, anunció que los Estados Unidos dejarían Afganistán el 11 de septiembre de 2021 vigésimo aniversario del atentado a las Torres Gemelas, el World Trade Centre. No llegó a esta fecha.
Así cayó, casi vergonzosamente ,para Occidente y para Estados Unidos en particular, uno de los regímenes más corruptos del mundo, según las estadísticas de las Naciones Unidas.
Pocos afganos pudieron salir del país. Solo unos pocos miles de los que habían colaborado con la OTAN o con los gobiernos afganos, gobiernos títeres y corruptos.
Un efecto dominó mundial
Se dijo que los talibanes de Afganistán habían derrotado a dos superpotencias: Rusia (la URSS, entonces de Mijaíl Gorbachov) y los Estados Unidos. Afganistán iba a cambiar el mundo. Y de alguna manera, las consecuencias de la victoria talibán y la derrota de las potencias occidentales en Afganistán, ha propiciado la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
El pueblo afgano – y sobre todo las mujeres afganas – han sufrido y siguen sufriendo la rigidez extrema del islamismo radical de los talibanes, que no respetan mínimamente los derechos humanos.
Estos, apoyados por Irán, Pakistán y Arabia Saudí, al llegar al poder en Kabul –lo que fue casi un paseo militar por la casi nula resistencia que ofrecieron las tropas gubernamentales afganas – no respetaron los acuerdos a los que habían llegado con los Estados Unidos para la retirada de la OTAN del país.
Acordaron que respetarían a las mujeres sin trabas en su educación, que no albergarían ni se relacionarían con la organización terrorista de Al Qaeda, que no harían una limpieza de quienes hasta entonces colaboraban con el gobierno apoyado por los Estados Unidos, que dejarían la producción y el comercio del opio y otras substancias alucinógenas, etc., etc.
Represión
Casi nada cumplieron. Albergan en su interior a la misma cúpula terrorista de Al Qaeda. Hace unos días los servicios de inteligencia de los Estados Unidos mataron al que era el actual líder de esta organización, Ayman al Zawahiri, el sucesor de Bin Laden, que vivía, cómo no, en Afganistán. El ataque fue realizado por un dron a principios de este mes de agosto.
Los talibanes también han asesinado, sin juicio, a más de 100 colaboradores del régimen pro-occidental anterior sin juicio de ningún tipo. Decenas de miles de afganos fueron condenados a muerte, pero debido a ciertas relajaciones y corrupciones, no pocos pudieron atravesar fronteras y dirigirse a países europeos seguros.
Hace una semana llegaron a España 300 afganos, condenados muchos a muerte, en un avión procedente de Islamabad (Pakistán).
Hoy las mujeres solo pueden ir a la escuela hasta los 10 años, y en público deben cubrirse la cabeza y usar el burka. No están permitida la música moderna. Las que trabajaban en enseñanza, sanidad o administración pública, han sido cesadas en muchos casos. Las que estaban trabajando en televisión tuvieron que cubrirse toda la cabeza, dejando solo los ojos. Es la más flagrante conculcación de los derechos humanos básicos.
La clave: el opio
Por otro lado, el cultivo del opio y sus derivadas como la heroína, su comercialización, nunca ha alcanzado tan altas cantidades como hoy. No hay cálculos exactos porque es un comercio ilegal, aunque el departamento de la ONU al respecto afirma que el 80 por ciento del opio del mundo se produce en Afganistán. Elaboran también drogas sintéticas y cultivan el hachís.
La realidad es que el grueso del dinero que entra a la nación es difícil de estimar: la mayoría proviene de actividades ilegales. Lo explica David Mansfield, experto en Afganistán y autor del libro A State Built on Sand: How opium undermined Afghanistan (Un Estado construido sobre arena: cómo el opio socavó Afganistán).
En junio, la ONU publicó un informe que asegura que «las principales fuentes de financiación de los talibanes siguen siendo actividades delictivas»; incluido «el tráfico de drogas y la producción de la adormidera (utilizada para producir opio); la extorsión, el secuestro con el fin de cobrar rescate, la explotación de minerales y los ingresos procedentes de la recaudación informal de impuestos».
A finales del año pasado, David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, describió la situación en Afganistán como un «infierno en la tierra». Aunque desde que los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021 han cesado los disparos, bombardeos y combates, el país se encuentra en una grave crisis económica y de alimentos.
Hambre
Nueve de cada diez afganos sufre escasez de alimentos, según el Programa Mundial de Alimentos. Más de 18 millones de personas, casi la mitad de la población afgana tiene tan poca comida, que necesitaría ayuda urgentemente.
Escenas dramáticas se registran a causa del hambre; y los países occidentales no les dan ayudas por ser un régimen que niega casi todos los derechos humanos.
En la actualidad, las ayudas alcanzan para apoyar a diez millones de personas. Lo dijo la directora del PMA en Afganistán, Mary-Ellen McGroarty, en una rueda de prensa en línea a finales de julio de 2022.
La consecuencia es que hay que priorizar entre los necesitados, en función de criterios como la situación alimentaria actual o la vulnerabilidad particular. McGroarty habló de un proceso «extremadamente difícil y a menudo desgarrador».
El problema: la falta dinero. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha pedido a los Estados Unidos y al Banco Mundial descongelar los fondos de Afganistán; pero pidió a los talibanes el respeto a los derechos humanos.
El dilema sigue siendo encontrar una solución urgente; y ésta solo es posible mediante la cooperación con un régimen que viola masivamente los derechos humanos y de las minorías. Especialmente, los de las mujeres y las niñas.
El drama de emigrar
Achim Steiner, director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, tiene una posición clara al respecto. En el Foro Económico Mundial de Davos, a finales de mayo, lo expresó en pocas palabras: «Sencillamente, no podemos abandonar a 40 millones de afganos por indignación moral».
Afganistán es un país con 650.000 kilómetros cuadrados de superficie, y una población de algo más de 40 millones de habitantes. Es un país muy rico en minerales, incluso minerales preciosos, y vive prácticamente de la agricultura.
El terremoto que sufrió en junio pasado el país, causó otra serie de migraciones por haber destruido poblaciones. El problema de los refugiados afganos en Europa, que principalmente han ido a Alemania, se ha visto agravado por los millones de refugiados procedentes de Ucrania tras la invasión de este país por la Rusia de Vladimir Putin.
Y analizando historias de afganos –también de ucranianos—en Europa no se cumple ni de lejos lo que el papa Francisco publicó en su encíclica Fratelli Tutti, publicada en octubre de 2020.
Autor: ALETEIA