EL CABILDO Siglo XXI
Debemos desechar los ideologismos europeos tanto liberales como marxistas. Derechas e izquierdas. Emprender la búsqueda de respuestas desde la América profunda, en su historia y sus instituciones, porque, ellas nos darán las verdaderas respuestas a este presente y, así, saber adónde ir.
Autor: Luis Gotte
El marxismo fue el mejor negocio para Occidente.
Y un gravísimo error para el destino de la América Hispana, hundiéndola entre sus peores pesadillas.
Los británicos vieron una gran oportunidad con Marx, y la tomaron. Prefieren revolucionarios, antes que reformistas.
La izquierda, de fragancia europea, divide y fragmenta, va por nuestro hedor americano. Nos engaña con ilusiones de una felicidad a futuro, que nunca llega. No se diferencia de sus hermanos liberales, ambos de conductas fetichistas.
El infame legado fue su «materialismo histórico» auto-percibido como corriente historiográfica, un recipiente de relatos bien elaborados para ocultar nuestra verdad histórica.
No son anti-capitalistas o antiliberales, ¿cómo serlo? Si el capital los financia. Son decididamente anti-hispanistas. Al ingresar a nuestro mundo simbólico, como expresión de lo colectivo, nos determinó a desconocer y no comprender nuestra propia evolución histórica y, así, perdimos nuestra soberanía, independencia y justicia.
El marxismo es responsable, incluso, de este retroceso de ideas de nuestros pueblos.
Debemos desechar los ideologismos europeos tanto liberales como marxistas. Derechas e izquierdas. Emprender la búsqueda de respuestas desde la América profunda, en su historia y sus instituciones, porque, ellas nos darán las verdaderas respuestas a este presente y, así, saber adónde ir.
Nuestros historiadores y sociólogos, junto a la filosofía, deberán comprometerse a trabajar interdisciplinariamente por un marco científico hispanista.
Nos urge tener una Corriente Historiográfica Hispana. El Revisionismo Histórico argentino no logró institucionalizarse, las Cátedras nacionales de los ’70 se perdieron. Es tiempo de hacer camino.
Una elaboración de esta naturaleza, interdisciplinaria, nos llevaría a descubrir, entre otras, la importancia de la institución CABILDO, que fue fundamental en la unidad de acción para nuestra emancipación de la Madre Patria, porque fue ahí donde se gestó la unidad de concepción.
En el Virreynato del Río de la Plata hubo 15 Cabildos, que darán origen a las capitales y provincias. Ahora, ¿qué entendemos por Cabildo?
El vocablo CABILDO deriva del latín “capitulum”, que viene de caput -cabeza, parte superior-, y que dará origen a palabras como capilla, capital, capitolio, capitán y otras.
Con la Iglesia romana el término adquirirá mayor trascendencia. Es San Agustín que, para organizar su comunidad dará a conocer las “reglas de San Agustín” -429 D.C.-, entre ellas estarán las reuniones cotidianas de los monjes, los que estaban mandados a leer un “capitulum” de dicha regla. Estos encuentros comienzan con la lectura de un pasaje del libro de la regla, adquiriendo el nombre de “capítulo”, y el lugar donde se desarrolla el de “aula capitular” o “sala capitular”.
Con el tiempo, las reuniones se harán para hablar sobre los asuntos del monasterio, escuchar un sermón o una lectura, o recibir instrucciones de parte del abad. Ya en el S.XI estas salas capitulares se denominarán “cabildos catedralicios” o “capitulo catedralicio”, que será un colegio de clérigos con personalidad jurídica y autoridad normativa, instituido para ayudar al Obispo con su concejo y en algunos casos, cubrir las vacancias de la sede episcopal, supliendo en el gobierno de la diócesis cuando el Papa no designa un administrador apostólico. Estos funcionaban en las iglesias catedrales. Luego, el término es tomado por las Islas Canarias en su propia organización administrativa, y así llevada a América. Los puertos canarios era lo último que veían los navegantes españoles hasta su llegada al nuevo mundo.
El Cabildo hispano será el representante legal de la ciudad, el órgano municipal por medio del cual los vecinos velaban por los problemas judiciales, administrativos, económicos y militares. Su estructura y composición fue semejante a la que tuvieron los concejos o ayuntamientos del Imperio Español, con algunas variaciones.
Desde el momento de la colonización constituye una institución eficaz como representación de los grupos locales frente al poder real. Diversas leyes reales pretendieron someterlas a la autoridad de los representantes del Rey de España, pero la lejanía con la metrópoli obligó a admitirles un alto grado de autarquía, incluso cuando las reformas borbónicas intentaron avanzar sobre las atribuciones de los cabildos, al crear las Intendencias.
Los cabildos lograron resistir al esfuerzo centralizador de los Borbones e incluso fortalecer su poder. Estos cuerpos funcionaron en ciertos casos como mediadores entre los funcionarios de la corona, que no tenían una posición que les permitiera imponer las nuevas disposiciones de la monarquía en América, y los pobladores de sus jurisdicciones, que se mostraban reacios a aceptar las nuevas obligaciones.
Esto da cuenta de la capacidad del cabildo para mantener sus prerrogativas jurisdiccionales más allá de los esfuerzos de la corona por reducirlas, los funcionarios del Rey debieron limitarse a aplicar selectivamente las nuevas normas en las distintitas jurisdicciones en la medida que las negociaciones con los grupos locales, representados en los cabildos se lo permitiesen. La realidad es que, las Reformas Borbónicas dependerán de la articulación entre la monarquía y los poderes locales.
Investigaciones más recientes ponderan la idea de que los Cabildos tenían mayores márgenes de autonomía y consolidación de sus atribuciones en oposición al afán centralista de la Corona española.
Lo cierto es que, las comunas hispanas administradas por sus Cabildos, por lo menos hasta su supresión por el centralismo rivadaviano (1821) gozaron de más atribuciones, competencias y facultades que los municipios actuales de la provincia de Buenos Ayres. Incluso, tenían un mejor y mayor control por las finanzas públicas.
Hoy, los municipios bonaerenses se administran con un Decreto de la dictadura del Almirante Isaac Rojas y del General Eugenio Aramburu. La Constitución Nacional, desde 1994, prohíbe esta situación, pero, nuestros gobernadores -porteños o aporteñados- y los Intendentes han tenido el valor, o suficiente amor a su provincia, para modificar este escenario centralista y anacrónico.
Quien lo intentó fue el ex gobernador Antonio Cafiero, pero las coyunturas políticas del momento sumada a los egoísmos partidarios, se lo impidieron.
Si queremos ubicar a nuestra Provincia de Buenos Ayres en el camino del desarrollo y el crecimiento, poner en funcionamiento su matriz productiva (educación, industria, tecnología), mejorar la calidad de vida de los bonaerenses donde puedan caminar tranquilos, sin temores, con alegría, debemos comenzar a replantear el Municipio de la Provincia de Buenos Ayres, recuperando el espíritu del Cabildo colonial.
Autor: Luis Gotte