Qué pasa con el divorcio en entornos creyentes
La abogada y canonista María Álvarez de las Asturias ofrece respuestas a dudas que planean sobre la separación y el divorcio.
Autor: ALETEIA
Los hijos son el elemento más frágil de la separación o el divorcio.
El Papa Francisco acaba de ofrecernos un documento publicado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, titulado Itinerarios catecumenales para la vida matrimonial, que nace de la preocupación del Santo Padre por las rupturas matrimoniales. Además de proponer una nueva preparación al matrimonio, el Papa anuncia que próximamente publicará otro documento sobre acompañamiento a “aquellas parejas que han experimentado el fracaso de su matrimonio y viven en una nueva unión o se han vuelto a casar civilmente”.
Y es que una ruptura matrimonial es causa de enorme sufrimiento no sólo para los cónyuges y sus hijos, si los tienen (la parte más débil y cuyo cuidado hay que poner como prioridad, como también recuerda Francisco en Amoris Laetitia, n. 245); también para los familiares, amigos y personas cercanas.
Cómo reaccionamos
En general, no sabemos bien cómo reaccionar ante una situación así: no tenemos por qué conocer las consecuencias jurídicas de una separación o divorcio; y las implicaciones emocionales, con frecuencia, nos impiden ofrecer orientaciones objetivas. Parece que hay que tomar parte; y, además, surgen rápidamente el juicio y las valoraciones morales.
Desde fuera es fácil opinar, pero cuando se conocen por dentro las rupturas, queda claro que casi nunca las cosas son como parecen. Es verdad que, en algunos casos, la decisión de poner fin a un matrimonio puede tomarse de forma frívola; pero también en estos casos es fácil que haya aspectos que, desde fuera, no se ven y, en consecuencia, no se tratan.
Discernimiento caso por caso
¿Por qué dos personas que se amaban llegan a una separación? Las causas pueden ser múltiples. En el matrimonio, como en todos los ámbitos de la vida, los cónyuges -como todas las personas- a veces no hacen las cosas bien o no les salen como querrían, a pesar de todos sus esfuerzos por hacerlo bien; o se encuentran con problemas que no consiguen resolver; o toman decisiones equivocadas e, incluso decisiones que pueden hacer daño a otros. En definitiva, son situaciones muy complejas que no se pueden despachar con una receta única. Una de las enseñanzas más repetidas por el Papa Francisco en este pontificado, y que nos tiene que hacer pensar, es la necesidad de un discernimiento caso por caso, sin recetas generales.
Si nos referimos a un entorno de Iglesia, ante una separación o divorcio podemos encontrarnos con que se hace un vacío alrededor de los cónyuges; no entendemos bien qué significan y qué consecuencias tienen separación y divorcio. Nos da miedo esta situación en la que no sabemos “quién es el bueno o el malo” y sobre la que enseguida planea la sospecha de “situación irregular”.
Cuándo hay «situación irregular»
Estar separado o divorciado es un dato insuficiente para poder decir de una persona que está en “situación irregular”. Lo que se pide a una persona casada es la fidelidad al cónyuge; es decir, que, dado que está unida a otro en un compromiso de amor definitivo, no puede entregarse a otra persona en una relación de amor parecida. Nos encontraríamos ante una “situación irregular” cuando una persona casada -separada o divorciada- establece una nueva unión afectiva con un tercero que no es su cónyuge.
¿Está excomulgada?
Muchas veces decimos de quien vive en una situación así que “está excomulgado”, y esto no es cierto. No es lo mismo excomunión que no estar en disposición de comulgar. La excomunión es una pena canónica reservada a delitos muy graves; una persona divorciada en nueva unión no tiene pena de excomunión. Otra cosa es que no pueda recibir los sacramentos porque la falta a la fidelidad al cónyuge es un pecado contra el sexto mandamiento (Catecismo n. 2380-2386) y, como consecuencia, la persona no está en disposición de recibir la Comunión hasta que se confiese debidamente, que pasa por interrumpir la situación de vida incompatible con la verdad.
El Papa nos llama continuamente a no juzgar, a no señalar a las personas, a no olvidar la caridad y el cuidado de las personas que sufren. Porque, entre otras cosas, desde nuestra ignorancia podemos cargar a otros con pesos que no tienen fundamento en la doctrina de la Iglesia.
Autor: ALETEIA