¡FELIZ DÍA DE LA HISPANIDAD!

HISTORIA-HISPANIDAD Martes 13 de Junio de 2017

0_descubrimiento.jpg
Representación del Descubrimiento de América

Por Patricio Lons COMPARTIR ESTA NOTA El Gran Almirante Antiguas son las ansias imperiales de España. Tienen sus primeras manifestaciones en el siglo XIII, cuando Alfonso X aspira a ceñir la corona del Sacro Imperio Romano o cuando los Vascos realizan las primeras hazañas marítimas recorriendo desde el Báltico al Mediterráneo y desde Inglaterra hasta la costa occidental de África, y da los primeros pasos con los navegantes y guerreros catalanes que en la baja Edad Media conquistaron Sicilia y Córcega, Cerdeña y Nápoles, echando los jalones de nuestro poderío en el Mediterráneo.

Autor: Patricio Lons

Por Patricio Lons

Puede decirse que el verdadero carácter de imperio no lo adquiere España hasta que, dominadas todas las tierras y todas las rebeldías de la Península bajo el pulso majestuoso de Isabel la Católica, verdadera forjadora de nuestra unidad definitiva y mientras su esposo Fernando el católico aseguraba el dominio en Italia, pisa Colón tierras americanas el 12 de octubre de 1492.

Hasta entonces, nuestra vida nacional, encerrada en unas fronteras mermadas y amenazadas por el moro y gastada inútilmente en luchas intestinas entre reyes, nobles y pueblo, había carecido de influencia decisiva en la política europea. Todas las energías eran absorbidas, como la sangre, en los campos de batalla que se levantaban entre pueblo y pueblo, quizá entre casa y casa, en una lucha estéril y fratricida. Solo cuando, restablecida la unidad interna, se corta esa sangría de la guerras civiles interminables, adquiere el impulso racial una fuerza tan grande que no puede contenerse en las fronteras peninsulares, ya demasiado estrechas, y busca nuevos horizontes en latitudes desconocidas. Ha llegado la hora imperial. Todas las lanzas, que hasta ahora apuntaban al interior, se vuelven hacia fuera, como señalando los rumbos expansivos por donde caminará a su grandeza el pueblo español.

Desde ese momento se inicia una expansión territorial gigantesca, que pone bajo el dominio de España una extensión de tierras que jamás logró medir imperio alguno. Una legión de capitanes, navegantes y geniales aventureros se lanzan al descubrimiento y a la conquista, y no es una nueva provincia, ni una nación lo que añaden al territorio de la patria, es todo un mundo en el cual van a clavar el pendón de los reyes de Castilla y Aragón. Asombra la sola enumeración de las tierras descubiertas y conquistadas para España:

Colón en su cuatro viajes, descubre las islas Guanahani, Concepción, Isabela, Lucayas, Cuba, La Española, Dominica, Puerto Rico, Jamaica, Trinidad, la desembocadura del Orinoco en la costa venezolana, Martinica, el istmo de Panamá y la costa de Honduras. Fue abrir la puerta y trazar el sendero. Tras Colón, siguiendo la estela que dejan en el Atlántico sus frágiles carabelas, se lanzan con igual espíritu centenares de adelantados y aventureros españoles.

En 1499, durante el tercer viaje del Almirante, Juan de la Cosa y Alonso de Ojeda recorren desde la desembocadura del Amazonas y la Guyana, por las islas de la Trinidad, Curacao y Venezuela, hasta el cabo de Vela en la península Goajira, al mismo tiempo que Vicente Yáñez Pinzón descubre el cabo de San Agustín en el Brasil, la desembocadura del Amazonas y parte de la costa de Guyana. Al año siguiente, Juan de la Cosa, a la vez que traza el primer mapa de América, descubre la costa de las Perlas hasta Portobelo, de Darien, cuyas tierras explorará en los años sucesivos, encontrando las minas de oro del río Atrato.

En 1508 Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz Solís recorren las costas del Brasil llegando hasta Yucatán, que luego examinará detalladamente Francisco Hernández de Córdoba. Mientras tanto, Juan Ponce de León conquista Puerto Rico y descubre la Florida en la América del Norte, Sebastián del Ocampo da la vuelta a Cuba, que queda sometida a las armas de Velázquez de Cuellar, Balboa ve, el primero en hacerlo, el Océano Pacífico desde un monte del istmo de Panamá, que atraviesa para llegar al mar del sur, del cual es nombrado Adelantado por les reyes de España y Juan Díaz de Solís, el descubridor del Brasil, llega hasta el Río de la Plata, en cuyas márgenes muere sacrificado por los indios.

Dos años más tarde, en 1518, Juan de Grijalba, Hernández de Córdoba y Antón de Alaminos descubren los primeros estados de México, los de Campeche y Tabasca, en su explotación del golfo mejicano, e inmediatamente se lanzan Hernán Cortés a la conquista de todo el imperio de Moctezuma, que queda sometido a nuestros reyes con el nombre de Nueva España. Al mismo tiempo, Álvarez de Pineda descubrirá las bocas del río Mississippi.

Mientras estos descubrimientos se hacían por el norte, otro grupo de heroicos navegantes se mueve por el sur con el pendón de Castilla en los mástiles de sus carabelas. Es Hernando de Magallanes, que atraviesa antes que nadie el estrecho de su nombre pasando por el, del Atlántico al Pacifico, y que se lanza, después, con su grupo de valientes, entre ellos Sebastián Elcano, al descubrimiento de Filipinas, cuyas islas van surgiendo ante los ojos de los navegantes españoles como un mundo de ensueño que no termina nunca. Porque son, primero, las islas Marianas, después, las islas Limasagua, Butuan, Leyte, Samar y Cebúi, más tarde aparecen las Molucas, descubiertas por Juan Carballo y las Carolinas por Alonso Salazar, el sucesor de Sebastián Elcano que ya había dado por aquí la vuelta al mundo y, en fin, las de Mindanao, las Barbuidas, las de Panay y... quien sabe cuántas más, todas de belleza y clima paradisíacos.

En 1523 inicia Gil González la conquista de Nicaragua, que continúan Hernández de Córdoba y Sebastián Belalcázar, realizando este después la de Quito, y mientras Esteban Gómez recorre la costa del Atlántico en la América del Norte, Pedro Álvaro conquista Guatemala, el istmo de Panamá y el Ecuador, Pizarro realiza la primera expedición al Perú, el cual sin embargo no logrará someter hasta una tercera hecha en 1536, y Francisco de Montijo se apodera de Yucatán.

De 1536 a 1539, Gonzalo Jiménez conquista Nueva Granada, Marcos de Niza descubre Arizona, Hernando de Soto organiza una expedición por Georgia y el lago Tennessee y entre Mendoza, Grijalba, Ulloa y Fernando de Alarcón completan el descubrimiento del golfo y de la península de la baja California, que al poco tiempo recorre Vázquez Coronado de parte a parte en una exploración magnifica, que termina con el descubriendo de los páramos de Arizona y de Nuevo Méjico.

Casi por los mismos días, 1540, Pedro de Valdivia logra la conquista del Chile, Juan Rodríguez Cabruillo recorre la costa del Pacífico hasta el cabo Mandocio y la Puerta de Oro, Iñigo Ortiz señala al mundo la existencia de Nueva Guinea, y Luis Vaez de Torres cierra, cincuenta años más tarde, la inmensa serie con el transcendental descubrimiento de Australia.

Fue todo un siglo que centenares de navegantes, capitanes y aventureros pasan a ensanchar el territorio de España con el descubrimiento y la conquista de nuevas tierras. ¿Cuantos kilómetros cuadrados añadieron al imperio español?

Ahí quedan aún, como hitos de piedra, indicadores permanentes del dominio de España en aquellas inmensas latitudes, las grandes ciudades fundadas por nuestros capitanes y descubridores y que aún conservan el nombre español con que las bautizaron:  Veracruz, la primera ciudad de Sudamérica, fundada por Hernán Cortés en 1519,  San Agustín de la Florida, la primera ciudad de la América del Norte, fundada por  Avilés de Méndez en 1560, Manila, la capital de Filipinas fundada por el guipuzcoano Legazpi en 1571 y Asunción, capital del Paraguay, fundada por Juan Ayolas, Buenos Aires, capital de la Argentina, fundada por Juan de Garay y Bogotá, capital de Colombia, fundada por Gonzalo Jiménez de Quesada, Lima, capital del Perú, fundada por el conquistador Pizarro y Santiago capital de Chile, fundada por Pedro de Valdivia, que la conquistó para España, Balboa la ciudad que lleva el nombre del descubridor andaluz, los Ángeles, Montevideo, la Paz...infinitos baluartes de la civilización.

Todo tiene allí nombre Español, los ríos, los montes, las costas, hasta los mares, como un clamoreo de voces que pregonan que por allí se extendía el gran imperio de España.

A esta inmensa extensión territorial en América hay que añadir la que tenía el imperio en Europa, en África y en Oceanía. En Europa tenía España la Península con Portugal, Bélgica y Holanda, el Rosellón y el Franco Condado, Nápoles y Luxemburgo, Toscana y las dos Sicilias, Parma, el Milanesado y las Baleares. En África, además de las islas Canarias, dominaba por la parte occidental en Guinea, Angola y Benguela, por el Norte en Orán, Melilla, Tánger y Ceuta, en Mazalquivir, Alcázar Seguer, peñón de Vélez, Arcila, Mazagán, Safi y Santa Cruz del Mar de Pequeña y por la parte oriental en las provincias de Zanguébar, Quiloa y Mozambique. Finalmente, en Oceanía éramos dueños del archipiélago filipino, ocupábamos la isla Socotra, a la entrada del golfo arábico y la cuidad y el puerto de Ormuz, llave del Golfo Pérsico y una de las más brillantes ciudades de Asia. En la India, después de la conquista de Portugal, dominábamos Goa, capital de las colonias portuguesas en la India, los reinos de Cabay y de Diu, toda la costa de Malabar y las islas de Ceylán, Molucas y Macao, punto de apoyo en las relaciones comerciales de Europa con el imperio chino.

Es cierto que no siempre es la extensión territorial signo de la grandeza de un pueblo, pero si lo es cuando es un territorio descubierto, conquistado y colonizado por él, como en el caso de España. Esta es nuestra herencia. Una conquista civilizatoria que no se explica sin una grandeza espiritual proporcionada a la extensión material de sus fronteras.

 

Autor: Patricio Lons

Autor: Patricio Lons

Dejá tu comentario