Amy Coney Barrett, una jurista divina
Destinos encadenados. Una cosa lleva a la otra a partir de la confrontación. A Barack Obama, primer presidente negro en la historia de Estados Unidos, le sucedió Donald Trump, idolatrado por los supremacistas blancos.
Fuente: FRANCESC PEIRÓN | NUEVA YORK, EE.UU. CORRESPONSAL para La Vanguardia Internacional
En este juego de contrastes, y ahora que dominan los republicanos ultramontanos, resulta lógico que a la difunta Ruth Bader Ginsburg, o Notorius RBG en su conversión a figura de culto de los progresistas, le sustituya Amy Coney Barrett, católica estricta y con ideas muy conservadoras.
Después de que el pasado sábado Trump la nominase para la vacante en el Tribunal Supremo, este martes arrancó su ronda de entrevistas con los senadores que han de decidir su futuro.
Empezó con los republicanos, sus avaladores y mayoritarios en la cámara, mientras que muchos demócratas aseguran que no hablarán con ella. “No me voy a encontrar con la juez Barrett. ¿Por qué me reuniría con la candidata de un proceso tan ilegítimo y alguien que está decidido a eliminar la Affordable Care Act ?”, remarcó Charles Schumer, líder de la minoría en el Senado.
La confirmación de Barrett supondrá que los conservadores dominarán el máximo tribunal por seis a tres, un sueño para los republicanos y una de las peores pesadillas para los demócratas.
Esto abre la puerta a finiquitar la ley de sanidad asequible – Obamacare –, a la que se refirió el senador Schumer, pero también amenaza el aborto, los derechos de los homosexuales –según sus escritos, “el matrimonio es una alianza indisoluble entre un hombre y una mujer”–, la limitación o control de armas, la lucha contra la emergencia climática o la protección de los
inmigrantes.
“Es una ironía particularmente dolorosa que gran parte de su legado (de Ruth Bader Ginsburg) corra el gran riesgo de ser destruido por otra mujer”, señala la profesora Lucinda Finley en The Guardian .
El tránsito va más allá de pasar de la juez más veterana del Tribunal Supremo –Bader Ginsburg falleció con 87 años, tras 27 en el cargo–, a la más joven. Barrett tiene 48. Más allá porque si Ruth Bader Ginsburg representa la lucha por las causas sociales y la igualdad de género, Amy Coney Barrett, como la ensalza la derecha para contrarrestar, mantiene vínculos con un colecitvo religioso denominado People of Praise. Este grupo, en el que se incluyen católicos y otras doctrinas cristianas, enseña que los maridos son los jefes de sus esposas y deben tener la autoridad familiar.
A ellas se les llamaba “criadas”, término que postergaron en el 2018 por obsoleto, o por el impacto de la serie The Handmaid’s Tale ( El cuento de la criada ), que llevó a la pantalla la distopía escrita por Margaret Atwood en 1985.
Esa sumisión no se observa en el caso de Barrett, replican sus defensoras. Nacida en Nueva Orleans, reside en South Bend (Indiana) con su marido, Jesse Barrett (también jurista) y sus siete hijos, el menor con síndrome de Down y dos adoptados de Haití.
Sostienen que no existe ese patriarcado porque ella es la que ha hecho carrera fuera del hogar gracias a que su marido se han encargado de muchas de las tareas propias de las “criadas”. Ella, fan de planificar fiestas de cumpleaños y llevar en coche a los niños a las citas deportivas, ironizó que a veces le duele que sus hijos le digan que el padre cocina mejor.
Estudió en el Rhodes College de Tennessee (universidad religiosa) y luego se graduó en la Universi-dad católica de Nôtre Dame (Indiana). Trabajó en el Supremo entre 1998 y 1999 para el juez Antonin Scalia, referente conservador del “textualismo” a la hora de aplicar la Constitución.
Scalia, buen amigo de Ginsburg pese a ser polos opuestos, fue el mentor de Barrett.
En ese tiempo se ganó el apodo de Conenator , una combinación de su segundo nombre y el de Terminator por su habilidad para destruir a los oponentes con perspicacia legal y lógica.
Luego se dedicó a la práctica privada por un tiempo y desarrolló su carrera como profesora en Nôtre Dame. Allá dejó escrito en sus obras académicas una frase que le persigue. “Tu carrera legal es solo un medio para un fin, ese fin es construir el reino de Dios”.
En el 2017, al pasar el examen para incorporarse al tribunal de apelaciones, rectificó y aseguró que ningún credo se puede imponer a la ley. La senadora Dianne Feinstein le dedicó una frase que aún resuena por el temor que su fe distorsione la justicia: “El dogma vive fuerte dentro de tí”.
Fuente: FRANCESC PEIRÓN | NUEVA YORK, EE.UU. CORRESPONSAL para La Vanguardia Internacional