EL ORDEN QUE NOS LIBERA
Mi previa reflexión sobre el estado de nuestra patria según mi perspectiva podría parecer a algunos privada de esperanza por lo crudo del análisis, pero no es así. Sí se trata de un planteo pesimista en vistas de los hechos objetivos que veo y formulo, pero si bien no puedo ser optimista por ser realista, sí permanezco esperanzado en que el futuro puede ser mejor.
Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN
La verdadera esperanza no se basa en hechos dados, sino en las posibilidades que las personas tenemos de aprender y modificar conductas, y para los creyentes en la gracia que Dios nos concede para superar nuestros traspiés. Creo en Dios y en la capacidad de los argentinos para sacar lo mejor de nosotros mismos, a la vez que no veo otro camino más que el del sacrificio y sufrimiento por la causa, en caso de que decidamos "en serio" ponernos de pie.
Si bien evidentemente quienes nos gobiernan deben tomar hoy, antes de que sea demasiado tarde, atinadas medidas que nos saquen de la . emergencia económico-social por la que atravesarnos, el problema principal es de tipo cultural-educativo, y ése sólo se supera con muchos años de trabajo serio en la dirección adecuada. Ese país, bien sé que yo no lo veré plasmado.
No se recupera el aprecio por la vida del prójimo, o la cultura del trabajo, o el amor a la verdad, o el respeto por la autoridad, o el sentido de comunidad, o el orgullo de pertenecer a una nación de un día para el otro.
Se trata de formar argentinos dispuestos a morir por la causa de todos, en vez de matar por la propia.
Silenciosamente, de abajo hacia arriba, alejados del asedio y de la frivolidad mediática, y más allá del mundo político-gremial-judicial, habitualmente demasiado imbuido de ideología e intereses personales y sectoriales que se retroalimenta a sí mismo, debemos sembrar en los niños, hasta que el proceso cuaje.
San Agustin definía la paz como la tranquilidad en el orden. Los argentinos debemos reconciliamos con el gran orden de la creación que lo tiene a Dios en las alturas, a los seres humanos en ia tierra únicos e irrepetibles, con la dignidad inalienable de personas, llamados a ser familia, y al resto de lo creado al servicio del hombre, que a su vez sirve a Dios Padre misericordioso. Se trata ante todo de cultivar las virtudes de la verdad y del amor.
Creo que debemos iniciar una revolución educativa en el día a día de nuestras vidas, que inculque tiempo y a destiempo los siguientes valores, desde el seno materno:
l. Capacidad de hacer silencio para escuchar la llamada de Dios y de sus designios. La fe cristiana tiene vasta experiencia para liderar este proceso.
2. Silencio también para escuchar la voz de la razón que me llama a apasionarme por la verdad y a distinguir el bien del mal. Esta tarea educativa comienza en la familia, y se consolida en la escuela. Se trata de aprender a pensar, a leer, a interpretar, a decidir correctamente, a ser libres en la verdad haliada, y no rehenes de la mentira, o del "pan y circo", que algún día intentará
comprar nuestras voluntades.
3. Inculcar en los más pequeños el respeto por la autoridad que da vida, y el rechazo delautoritarismo totalitario de los lobos con piel de oveja, que destruyen todo lo que tocan.
4. Enseñar a los niños el valor insustituible del trabajo humano, que lo es cuando se realiza bien y, según el caso, también se remunera adecuadamente. De pequeños deben aprender la ley del esfuerzo y del orgullo ante todo por la tarea bien realizada en sí misma más allá de premios o castigos externos.
5. Los niños deben habitar espacios bellos, plenos de armonía que los inspiren para la
excelencia de lo realizado. Debemos evitar a toda costa la improvisación, la desprolijidad, la fealdad que a menudo rodea nuestras vidas en espacios públicos, o aun privados.
6. Un rasgo clave a inculcar y desarrollar es el de la capacidad de trabajar en equipo. Muchos argentinos son brillantes solos pero caóticos juntos. Los niños deben aprender que no son hijos únicos, alejarse del capricho, del individuaiismo. Deben aprender a valorar los talentos de los demás y a agradecerlos, antes que a envidiarlos.
¿Cómo hacerlo? Empecemos por "ordenar" nuestras vidas: oremos, dialoguemos, seamos iusteros, animémonos al ayuno tecnológico, pensemos juntos cómo fortalecer los núcleos de iuestras vidas, los "nidos": la familia, la escuela, la Iglesia, el barrio ...
Finalmente, la pregunta que se impone es acuciante: ¿Aspiramos los argentinos a ser mejores, o 10s conformamos con lo que somos y tenemos? La decisión es nuestra. Ni del FMI, ni de nadie más.
¿Usted que responde?
Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN