Historia de una infamia

POLÍTICA Domingo 28 de Mayo de 2017

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Philip Wayne Powell

En sus conclusiones, Philip Wayne Powell lamenta que los gobernantes e intelectuales estadounidenses se empeñen en comparar la posición jerárquica de su país con la de la antigua Roma cuando “harían mejor en estudiar la ascensión, los logros, las deficiencias y el declive de España y de su imperio” (p. 266) porque “la voz milenaria del pueblo español podría indicarnos el destino de aquellos que alcanzan el dominio mundial y que no hacen caso a las propagandas que pueden solidificarse en forma de historia” (p. 278).

Fuente: EL Confidencial

Cuesta mirarse en el espejo español, porque la maquinaria de la infamia se ha trabajado muy eficazmente la imagen tradicional de nuestro país dando lugar al espectro popular -y, como demuestra Powell, seudointelectual- que Julián Juderías acertó a denominar Leyenda Negra.

Este libro, publicado en plena crisis de la guerra de Vietnam, tiene junto a la pretensión de desvelar la influencia propagandística en la imagen “nórdica” de España, sus propias intenciones propagandísticas. La pertinencia del análisis de la propaganda hispanófoba en ese momento era total, pues los Estados Unidos se encontraban ante una gran efervescencia de antiamericanismo, y la insistencia de Powell en la tendencia española hacia la auto degradación tenía su paralelo en las propias manifestaciones antiamericanas -o cabría decir antiimperialistas- de los mismos estadounidenses -marchas pacifistas, movimiento hippy-. La perspectiva de que al estadounidense le cayera encima un “árbol de odio” -Tree of Hate es el título original- como el que le cayó al español, animó a Powell a emprender este trabajo desintoxicador y adecuadamente comparativo.

La Leyenda Negra es un prejuicio especialmente dañoso porque “a diferencia de otros prejuicios raciales, religiosos o propagandísticos, esta leyenda es pocas veces reconocida como tal, y aún menos veces condenada, por los mismos líderes intelectuales que se jactan de luchar contra similares prejuicios de raza, color o religión” (p. 16). La Leyenda ha ido creciendo, a lo largo de los siglos, como una bola de nieve, y su clave es la diferente vara de medir que se ha empleado con los españoles y con todos los demás -la misma acción es mezquina si la llevan a cabo españoles, y necesaria si son otros-. Pero el secreto de su resistente permanencia es que la hispanofobia se encuentra en la raíz de la construcción de numerosas identidades nacionales, tal como la holandesa -nada más hay que ver su himno-, la inglesa, la alemana y la estadounidense, por no hablar de los países hispanoamericanos.

También incide Powell en la importancia de autores españoles en el nacimiento de la Leyenda, especialmente de fray Bartolomé de Las Casas. Resulta irónico que fueran las libertades del siglo XVI español, que permitieron la Controversia de Valladolid con Ginés de Sepúlveda y la publicación de los libelos lacasianos -especialmente, la Brevísima relación de la destrucción de las indias, fuente primordial de la Leyenda Negra, junto con la Apología de Guillermo de Orange y los muy diversos textos de Antonio Pérez- las que acabaran por abrir el camino a la convicción, casi general, del oscurantismo español. Poco importa que la Brevísima fuera un folleto lleno de exageraciones y aún de mentiras; que Las Casas estuviera tan interesado en el bienestar de los indios como de reclamar las Indias para la Iglesia antes que para su rey; que al final, las tesis lacasianas se impusieran en parte remediándose en lo posible la situación de los indígenas con una legislación muy favorable.

La Leyenda se torna Historia

Poco importó todo eso porque la Leyenda, en un proceso que Powell explica de manera amena y accesible, directa y no desprovista de pasión, se acabó convirtiendo en Historia; pero la Historia es una puta, y su chulo es el Interés y España mantuvo demasiado poder durante demasiado tiempo, concitando las ambiciones y envidias de toda nación con ansias imperialistas -incluyendo a Estados Unidos, claro-. La tesis de Powell es que el odio a España es siempre injustificado, que surge de la grandeza de una España a la que todos veían como inferior. Esto casa más que bien con la intelección estadounidense del antiamericanismo. La realidad es que España se fue creando enemigos sin descanso y sin preocuparse demasiado en ello, por muy diversas razones entre las que no se debe obviar su propia arrogancia.

La Leyenda Negra “gratuitamente insulta a España, al sentido común y a la exactitud histórica” (p. 203), y ha conseguido empañar la imagen de un imperio que alcanzó cotas sin parangón de humanitarismo y civilización, junto con una considerable dosis de crueldad y ambición que, como Powell no se cansa de repetir, estaban al mismo nivel que sus contemporáneos. Aunque el mismo autor -o el traductor- cae en las redes de la Leyenda al referirse a iberoamérica como “latinoamérica”, que es un término proveniente de la Leyenda Negra por el lado francés, su análisis y empeño desmitificador tienen gran valía. El ensayo tiene treinta años y no es el último grito en normalización histórica, pero no cabe decir mucho más de lo que dice que, además, está bien dicho.

LO MEJOR: el análisis comparativo que enmarca a España en la época y contexto, situándola al mismo nivel moral que al resto de las naciones europeas.

 

Fuente: EL Confidencial

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