Enarbolemos la bandera de lo verdadero, noble y bello

REFLEXIONES Miércoles 1 de Julio de 2020

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Lo acontecido el fin de semana pasado en el Parque Sarmiento de nuestra ciudad constituye una reafirmación de lo que venimos diciendo hace ya tiempo, y que se viene agudizando recientemente en estos tiempos de pandemia

Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN

Me refiero a la implementación de agendas cada vez menos ocultas, que ahora aprovechando el aislamiento de la población se quieren implementar subrepticiamente. Actitudes gubernamentales como la de la Intendencia de la ciudad, ciertamente justifican nuestras sospechas al respecto.
 
El hecho concreto consiste en haber bajado el pabellón nacional para izar la bandera del “orgullo homosexual”, adoptada por el grupo LGBT+ para su identificación, en principio para que permaneciera allí a partir de ese momento. Gracias a la intervención de vecinos de la ciudad, se arrió, y finalmente se desistió de volver a izarla, para restituir finalmente la argentina. Como corolario, nos encontramos con el lamentable saldo de quienes pretenden acusar a los vecinos intervinientes de no haber respetado las normas vigentes de distanciamiento social, al manifestarse.
 
A la hora de repudiar la acción del arriado de la bandera en cuestión, funcionarios públicos esgrimieron argumentos relacionados con la intolerancia de algunos, e inclusive hicieron comentarios hipotéticos fuera de lugar, sobre lo que hubiera pasado, si por ejemplo se hubiera izado la bandera del Vaticano.
 
Quiero dar mi opinión en relación a lo acontecido para puntualizar todo lo que estimo aquí se juega:
 
Ante todo considero que nunca se debió aprovechar la pandemia para tomar esa decisión, sabiendo claramente que la población se halla ocupada y preocupada casi exclusivamente por la situación social dramática que estamos padeciendo.
 
Es igualmente vil pretender perseguir a ciudadanos comunes que reaccionan naturalmente ante un hecho que no puede considerarse trivial o lógico, como es el de cambiar la bandera nacional en un mástil público, por la de un sector de la sociedad, más allá del análisis de la legitimidad de su lucha.
 
Los lugares públicos no son para enarbolar banderas de grupos particulares, sino aquellas con las que todos nos identificamos, ya sea la nacional, provincial o eventualmente del pueblo o ciudad. Otra cosa es agregar transitoriamente alguna por la visita de un mandatario extranjero, o durante la celebración de un evento internacional que se estuviera llevando a cabo en el lugar.
 
En relación a la cuestión de fondo de esta bandera concreta y de lo que representa, como sociedad tenemos todosabsolutamente todos, lo motivos para objetarla, sin caer en lo más mínimo en lo que se podría considerar genuinamente intolerancia.
 
Antes de explicar lo que esa bandera representa, debemos reconocer que actualmente hay palabras que, a fuer de ser tergiversadas sistemáticamente, pasaron a ser equívocas, y que si no las explicamos, ya nada significan. Algunas de ellas son: tolerancia, diversidad, igualdad, inclusión, apertura, discriminación, libertad, género, sexualidad, sexo, consenso, diálogo… Ignorar esto y alegremente mencionar estos términos sin explicar lo que se quiere decir con ellos, hoy no aclara nada.
 
Subestimar las consecuencias de que el gobierno tome partido por avalar lo que esa bandera significa, que evidentemente contrasta con los valores que la sociedad argentina viene sosteniendo a lo largo de toda su historia, o escandalizarse porque a muchos no les haya gustado la acción de izarla, es al menos ingenuo, ya que se trata de una acción claramente fuera de lugar.
 
En esa bandera se juega una mirada de la realidad que encarna valores que atentan contra la naturaleza humanay contra la familia como se la ha entendido siempre. Los países que la están aceptando, están todos en vías de extinción en relación a su población y a sus tradiciones. Por otro lado, los que se resisten se consolidan en su identidad nacional.
 
La bandera pretende fundamentalmente equiparar la orientación evidentemente natural heterosexual a la homosexual, y aun más a cualquier decisión personal en relación a la sexualidad humana. El hecho de que existan personas con dificultades para orientar naturalmente su sexualidad, no significa que eso sea algo bueno.
 
El discurso sobre la sexualidad, o se basa en la naturaleza humana ya dada, o en la cultura construida exclusivamente por el hombre. Si todos aceptamos la insostenible idea de que el ser humano se construye a sí mismo solo a partir de sus propias decisiones, pues entonces que cada uno decida lo que es bueno, y se acabó la vida en sociedad. En ese caso, las diferencias serían tan extremas, que se anularía lo que nos une, ya que nada lo haría. Edificar sobre el error tiene consecuencias catastróficas, ya que más tarde o más temprano se desmoronará lo construido, en este caso la vida de las personas y de los pueblos.
 
Es evidente que la única diversidad sana que existe en la naturaleza sexuada del hombre es ser varón o ser mujer. Lo diverso puede ser algo bueno o malo conforme la medida del fin para el cual algo existe. Por ejemplo es buena la diversidad varón-mujer y la respetamos y promovemos porque responde al fin para el cual existe el género humano, es decir reproducirse y complementarse en su diversidad. Es buena la diversidad de culturas, razas, talentos, cualidades, y la fomentamos porque enriquece a las personas y a las sociedades.
 
Existen diversidades que no tienden al fin adecuado, tales como mentir en relación a decir la verdad, o robar en relación a respetar la propiedad ajena, o abusar de los débiles en relación a protegerlos. Combatir estas diversidades no es intolerancia, sino corregir lo que daña a las personas y sociedades.
 
También existen diversidades no necesariamente morales sino relacionadas con desvíos patologías. La enfermedad es diversa de la salud, y no por ello soy un intolerante si intento curarla. Frente al que esto no lo ve, lamentablemente no hay nada que hacer más que, si lo acepta, ayudarlo a que abra los ojos y lo vea.
 
Las personas homosexuales, transexuales, bisexuales, pedófilas, zoófilas, o +, padecen una desviación que no puede ser considerada normal, mucho menos enorgullecerse de ella, o enseñársela a los niños como tal. Eso no significa discriminar a las personas, sino ayudarlas a corregir esa orientación que padecen, o a convivir con ella de la mejor manera. Se las ayudará a vivir con la mayor dignidad posible, sabiendo que en ello sí todos somos iguales.
 
La pretensión humana de que la sexualidad sea una especie de “zona franca” de su ser, inmune a la enfermedad o desorden es obviamente injustificada. ¿Por qué si todas las áreas de nuestro ser son pasibles de desordenarse no le ocurriría también a la sexualidad? La liberación radicalizada de la sexualidad es más bien una pesadilla en vez de un paraíso terrenal, como lo constatamos constantemente al ver la violencia sexual y depravaciones que se producen, por ejemplo por la liberación de la pornografía que abrió una puerta “demasiado abierta” que exacerba desmedidamente el natural impulso sexual de las personas.
 
Lo que pasó el fin de semana pasado en Córdoba es un ejemplo vivo de lo que los impulsores de la “nueva normalidad pos pandemia”quieren instaurar no sólo en Argentina sino en el mundo. Se trata de una sociedad abierta(Open Society de George Soros), que considera que ser abiertos es hacer lo que a cada uno se le ocurre siempre. Algo imposible, que bien lo saben los que lo promueven, ya que de esta manera debilitan las sociedades para poder esclavizarlas mejor, a la vez que reducir su población.
 
¿Quién de ustedes dejaría abierta la puerta de sus casas, para que ingresara cualquiera, y viviera dentro de ella como se le ocurriera? ¿Utilizara su baño, su cocina, su habitación, les dijera a sus hijos lo que le parece, los llevara a los lugares que a él le gusta, con el simple argumento de que no debe ser discriminado, y que sus hijos son libres para decidir lo que quieren ya que los padres no son sus dueños?
 
Si esto les parece espantoso, pues bienvenidos a la “nueva normalidad”. Un aspecto esencial de esta perspectiva es destruir toda norma moral preexistente, especialmente natural y cristiana. Para ello cuentan con un proceso lento de décadas en el que fueron anestesiando las mentes de muchos, que hoy ya ven como normal cosas que son flagrantemente anormales.
 
Los ataques a las estatuas, las banderas que se enarbolan, las consignas que se repiten a coro, el discurso políticamente correcto, son un elemento esencial de este tiempo de deconstrucción social, que avanzará inexorablemente si al menos el 80% de la población, que en realidad eso no lo quiere, lo sigue permitiendo.
 
Felicito a aquellos que actuaron prestamente para desenmascarar esta artera acción de quienes responden a órdenes de arriba, que, en muchos casos ignorando su alcance, ejecutan. Una vez más constatamos que todo termina en lo mismo. ¿Hasta qué punto estoy dispuesto a jugarme por mis convicciones? La Argentina será lo que nosotros la hagamos no de brazos cruzados sino estando donde hay que estar, diciendo lo que hay que decir, y pagando el precio que hay que pagar. La cobardía es el mejor socio de los inescrupulosos. Cada vez que nos enorgullecemos del sistema democrático en el que vivimos, recordemos que para que se mantenga sano, se requiere la participación activa de toda la población.
 

Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN

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