Seamos protagonistas y no espectadores

REFLEXIONES Lunes 6 de Abril de 2020

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Estamos ya a las puertas de una nueva Semana Santa, que nos encuentra transitando un tiempo inesperado de la historia, en el que una vez más queda demostrado que no somos más que peregrinos en la tierra, y que no estamos en “full” control de nuestras vidas, como a veces nos gusta creer.

Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN

Atentos a la situación sanitaria, jamás transitada por el mundo con esta particular característica de lo que llamamos distanciamiento social, nos preparamos para montar nuestro hospital de campaña en la Capilla Virgen Niñapara filmar las Misas de estos días.
 
Ya que, a pesar de que los motivos que lo suscitan hacen que la situación sea no deseable, como “no hay mal que por bien no venga”, tenemos la oportunidad de hacer la experiencia de celebrar nuestra fe como Iglesia doméstica, que se acerca a la experiencia de las primeras comunidades cristianas, que celebraban la Eucaristía en casas de familia.
 
Los siglos pasaron y gracias a Dios la expansión del cristianismo y la posibilidad de practicar el culto públicamente, hizo que fueran necesarios los miles de bellos templos que a lo largo y a lo ancho del planeta son un signo de la presencia de Dios en la ciudad del hombre.
 
Sin embargo, nunca debemos perder de vista que el edificio cristiano es ante todo espiritual, es decir el cuerpo místico de Cristo, edificado antes que con piedras materiales con espirituales, que somos nosotros los bautizados, asentados sobre la piedra angular que es Jesucristo nuestra cabeza (cf. Ef 2, 20).
 
Es esa Iglesia la que se reúne a partir de mañana en distintas localizaciones, para celebrar a distancia, gracias a la tecnología desarrollada por el gran don de Dios que es la mente humana, en torno a nuestro altarde la Capilla Virgen Niña de la Parroquia Santa Mónica y San Agustín, en Bo. Los Olmos de la ciudad de Córdoba, Argentina.
 
El distanciamiento físico es tan ajeno al cristianismo como a la sociedad, que nace del carácter gregario (social) de la condición humana. Es por ello, porque el cristianismo es la religión de la encarnación, del contacto cercano con el Dios hecho hombre, que tanto se ha alterado nuestro culto. Somos la religión del contacto con la carne de Cristo, a través del agua bautismal, de los óleos, de la imposición de manos, de la confidencialidad de la confesión que supone la contigüidad, del saludo de la paz, y fundamentalmente de la Eucaristía que a través de las manos sacerdotales ingresa en nuestras bocas, o es colocada en nuestras manos.
 
¡Gracias, Señor por haberte hecho tan cercanoa nuestra condición humana! Sabiendo que en definitiva tú penetras en nuestras almas creyentes a través de tu Espíritu Santo, a ese Espíritu invocamos y decimos: “Ven Espíritu Santo y llena los corazones de tus fieles a la distancia del altar de tu sacrificio. Recorre las casas de todos los que se disponen a celebrar tus misterios pascuales desde sus hogares y obra maravillas en ellos”.
 
En estos días, junto al altar, y con la presencia de Jesús Eucaristía en el sagrario, se haya la imagen de María Niña, más bien bebé, de San José, patrono de la Iglesia , del Cura Brochero, y de San Roque, patrono en las pandemias. A ellos también nos encomendamos, y por su intercesión imploraremos por el cese de este mal, por el eterno descanso de los fallecidos en estos días, por quienes sufren de diversos modos las consecuencias de este flagelo, y especialmente por los agentes de salud, y por quienes están al frente de la batalla, para que no cesen en su cometido de ayudar a sus hermanos más necesitados.
 
Deben ser días, ante todo de oración, contemplación, silencio y escucha. La Iglesia “hospital de campaña”, se hace también escuela de humanidades. Así como las casas se transformaron para millones de estudiantes en escuela doméstica, también es hoy la escuela de Jesús. De la mano de la Iglesia Madre y Maestra, asistimos a las lecciones de nuestro divino maestro que nos dice: “Vengan a mí todos los que están tristes y agobiados que yo los aliviaré…. Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 28-30).
 
El teatro de la humanidad abre sus puertas a una audiencia que más que catarsis, necesita salud para sus almas y cuerpos, respuestaspara sus preguntas, certezas para sus incertidumbres, consuelopara sus dolores, fortaleza para sus luchas, y esperanza en medio de sus oscuridades.
 
En estos días seremos testigos de lo mejor y de lo peor de la historia del hombre. Lo mejor de la mano del más bello de todos los hombres, junto a quienes lo acompañaron de cerca desde la fe, y lo peor a través de nuestro gran enemigo que es el pecado, en el que libremente nos hundimos en tantas ocasiones.
 
Seamos protagonistas y no meros espectadores. La Pasión , Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo no es fantasía, ni mito, ni piadoso recuerdo del pasado, ni virtualidad. Gracias a Dios es la mayor realidad acontecida en la historia. Hoy también viene realmente a nosotros por su Espíritu vivificante, para que muriendo con Él, también podamos con Él resucitar.
 
Pongamos todo lo que somos y tenemos. Lo mejor para que lo potencie, y lo peor para que lo transfigure y así purificado, saque lo bueno de lo malo.
 
María Santísima, peregrina de la fe, que acompañó silenciosamente con un corazón creyente los pasos de Jesús hacia el calvario, nos ayude a mantener fija la mirada en su Hijo que se acerca en cada instante de la historia a salvar a sus hermanos.

Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN

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