SÓLO EL AMOR REDIME
Cuaresma es tiempo de conversión, penitencia y sacrificio, dominado por la imagen de la cruz. En el Evangelio según San Lucas de hoy, Jesús nos invita a tomar decisiones que nos conducen a la vida o a la muerte, y a esmerarnos por dar frutos, como lo debe hacer la higuera, conforme las capacidades recibidas.
Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN
En este marco deseo plantear y responder a una cuestión suscitada en la última reunión del consejo pastoral parroquial. El argumento era que muchos jóvenes se alejan del cristianismo, porque lo consideran la religión del sufrimiento. ¿Es el cristianismo la religión del sufrimiento? ¿Proclamamos la alegría o la tristeza? ¿Sonrisas o lágrimas?
A la vez que tomamos en serio la objeción, debemos recordar que nos toca vivir un tiempo histórico en el que el sacrificio y el sufrimiento no se comprenden, ocultos tras innumerables presentaciones de un mundo ilusorio de placer ilimitado, propuesto de mil modos por la cultura circundante.
Es verdad que Jesús predice su propia persecución y muerte, ante la cual Pedro reacciona escandalizado y pretende disuadirlo. El rechazo del compromiso con la propuesta cristiana data de los primeros momentos de la predicación evangélica, como ocurriera después del discurso del Pan de Vida, que significó el apartamiento de muchos discípulos de Jesús, y la pregunta a los apóstoles: `¿Ustedes también quieren irse?' Pedro en esa situación se saca un 10 y responde: '(¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna'.
Jesús fue siempre muy claro, y después de la profesión de fe de Pedro comenzó a decirles: "El que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga, porque el que quiera ganar su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la ganará”.
A la vez, el Nuevo Testamento nos muestra un Jesús luz del mundo, que nos regala la resurrección y la vida, motivos de alegría y esperanza para todos los hombres. El nos invita a cargar su yugo, como a los 'cónyuges', pero aclara que es suave y liviano, refiriéndose a su amor misericordioso. Dice también 'felices los que lloran', pero porque reirán. Y San Pablo, para quien la vida era Cristo, insiste: 'alégrense siempre en el Señor'.
En definitiva, a la hora de responder a la objeción planteada, decimos que la Pasión de Cristo culmina en la Resurrección, y que esa Resurrección es nuestra mayor esperanza. Seria un error juzgar el cristianismo fuera del cristianismo, o tomando solo una parte de el. Se debe mirar la parte desde el todo.
¿Cuál es el todo del cristianismo? Es el mismo Cristo. A quien desea conocerlo le decimos: '¡Acércate a El, déjate abrazar por su misterio pascual: pasión, muerte y resurrección!'.
El misterio pascual de Cristo parte del amor y culmina en Él, pasando por el sacrificio que muy a menudo se hace sufrimiento. Se trata del mismo sacrificio que los seres humanos hacemos por nuestros seres queridos: hijos, padres, hermanos, novios o esposos, amigos, o con nuestro prójimo débil o sufriente.
En el caso de Cristo, su invitación es a sumarnos a su gesta salvadora que nos conduce al cielo, donde sentiremos lo mismo que Pedro en el monte de la transfiguración: 'iQué bien estamos aquí, no nos bajemos más!'.
Al analizar lo que nos hace felices, debemos reconocer con realismo que el mal nos acecha, y que debemos disciplinarnos para alejarnos de el. Cualquier conciencia sana reconoce que muchas veces obra libremente en contra de lo bueno. Solo el amor redime el mal, y solo el sacrificio que a menudo se hace dolor, redime unido a la Pascua de Jesús.
Digamos finalmente que nosotros como Iglesia, es decir la asamblea de los redimidos, tenemos el deber histórico de mostrarnos alegres por ser discípulos de Jesús, y superar caras largas, y conductas inmaduras que desfiguran el verdadero rostro de la Esposa de Cristo, y que ciertamente alejan a las personas, quitándoles el acceso a la verdadera fuente de la alegría.
¿Qué es lo otro del cristianismo? ¿Existe alguna propuesta superadora para alcanzar la felicidad?
Autor: Pbro. FERNANDO MARTIN