SOBRE ESCRIBIR Y ENSEÑAR A ESCRIBIR CON MARCELO DI MARCO

CULTURA Lunes 8 de Mayo de 2017

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Marcelo Di Marco

Marcelo di Marco es un poeta, narrador y ensayista nacido en Buenos Aires el 18 de octubre de 1957. Coordina talleres literarios, y da lecturas y conferencias en toda Argentina y en el exterior. Un escritor para disfrutar cada una de sus páginas, y para aprender a escribir mejor. Actualmente coordina el Taller de Corte y Corrección junto a su esposa, Nomi Pendzik, y sus hijas Florencia y Marina di Marco.

Autor: Marcelo Di Marco

P-Marcelo, sos un escritor prolífico en escritos y actividades. Catorce libros, cuatro antologías y numerosos artículos. Con El fantasma del Reich, ganaste el concurso literario de Fundación Antorchas. ¿Cómo fue tu camino desde que tomaste un lápiz para escribir tu primer cuento hasta tu propio canal de literatura con 12.000 suscriptores y 700.000 visitas?

R-… Fue un proceso gozoso y angustiante ―dos categorías que pueden convivir, si uno se pone a pensar en la legión de devotos con que cuenta el cine de terror―. Hubo momentos, al principio, en que sentía una gran necesidad de escribir, pero no disponía de las herramientas necesarias ni para empezar: las palabras se me iban de las manos. Mi camino tiene precisamente que ver con la adquisición de esas herramientas: hoy, con casi treinta y cinco años de carrera (mi ópera prima data de 1983), me noto más suelto, más fluido. Y más imaginativo también. La impotencia fue deviniendo en esa adrenalina formidable que causa contar historias, salirle al cruce al lector. Sin esa conciencia del placer de llegar al otro, mejor ni intentar escribir.

P-¿Escribes con método, a diario o eliges escribir aleatoriamente en cualquier momento?

R-…Dedicado de lunes a sábado a la formación de escritores y a la producción de mis programas de tips de escritura en www.youtube.com/user/TallerCyC, últimamente estoy escribiendo un buen rato los domingos, y solamente cuando tengo ganas de hacerlo ―escribir sin ganas lo convierte a uno en una aburrida máquina de escribir―. Durante la semana cargo las pilas, y en esas dos o tres horas dominicales saco unas mil palabras legibles. Un año tiene unas cincuenta semanas, de manera que andaré escribiendo unas cincuenta mil palabras por año. Equivalen a un libro de unas doscientas y pico de páginas. Con ese método, que no perjudica la salud ni altera la debida atención al culto y a la familia, muy mal que digamos no me va: desde En lugar de Letradura (1983) hasta La mayor astucia del demonio (2016), vengo publicando un libro cada dos años y moneditas, promedio. Es razonable.

P-¿Cuánto de tu propia personalidad o de tu vida hay en algunos de tus personajes?

R-… Todo, y en todos los personajes. No hay, no puede haber en la historia de la literatura ni un solo buen libro que no sea autobiográfico. Aunque a uno le salgan historias con seres imposibles, más que infrecuentes, siempre escribirá sobre sí mismo. No hay otra. En mis narraciones el monstruo soy yo, y también soy la víctima del monstruo. ¿Sobre qué querés que escriba, si no es sobre mis pasiones, mis delicias y mis terrores más oscuros? De todos modos, hay grados: Victoria entre las sombras (Sudamericana Joven, 2011) y Nunca la soledad fue tan oscura (inédito) son mis libros más autobiográficos.

P-El público hispanoparlante es adicto a las etiquetas y tú no eres de principios lavados ¿Cómo escapas a ser etiquetado?

R-… Andan escribiendo por ahí que soy medio facho, tanto afuera como adentro de mis libros. Me importa poco ser etiquetado. Si, para la posmodernidad, creer en Dios, la patria y la familia como pilares de cualquier sociedad es ser facho, seré facho. Pero siempre acuden a mí esas sabias palabras de William Blake: “Escucha el reproche de los necios: es un título de nobleza”.

P-¿Cómo es que se te ocurrió escribir cuentos de terror?

R-… No hay explicación posible. Estas cosas no se eligen. Es como pretender elegir qué sueños vamos a tener esta noche. Y gracias a esta respuesta que acabo de dar se me ocurre un argumento posible para un cuento de ciencia ficción: un tipo programa en La Máquina de los Sueños tener un sueño que le transmita la sensación más placentera posible. Cuando despierta, descubre amargamente que es homosexual. Imaginate qué fue lo que soñó. Posible moraleja implícita ―sin moraleja implícita, la literatura  es sólo una ingeniosa pavada―: cuando el progreso se mete con las cosas del alma, conviene renegar de él.

P-Recién mencionaste tu libro más reciente: “La mayor astucia del demonio”. ¿Esa astucia sigue siendo hacernos creer que no existe, o hacernos aceptar que lo malo es malo y es lo deseable?

Me atengo a las sabias palabras de Antonio Caponnetto, mi maestro más preclaro: “Hoy el demonio cambió de estrategia: su mayor astucia es hacernos creer que es bueno”. La maldita Teoría del Género, pongamos por caso, nos quiere hacer creer que es buenísima. Será buenísima si practicamos aquello de Isaías: lo de llamar mal al bien, y bien al mal. Este es el deporte favorito de la posmodernidad, y es por eso que el mundo anda como anda. ¿Acaso no se nos trata de convencer de que gracias a la democracia uno come, se educa y se cura? El pelotudo de Bartolomé Mitre decía que los males de la democracia se curan con más democracia, lo cual equivaldría a intentar apagar un incendio con una autobomba cargada de combustible.

P-¿Qué escritor actual te agrada?

R-… Fernando Sorrentino, si tengo que dar un solo nombre. Así como a Dino Buzzati se lo llama El Kafka Italiano, a Fernando habría que otorgarle el título de El Kafka Argentino. Un genio, simplemente.

P-¿Qué significa Nomi en tu inspiración como escritor?

R-… Todo. Ella es mi primera lectora y mi crítica más intolerante y aguda. Todo lo que hago lo hago para quedar como un duque ante ella.

P-¿Y cómo es que se te ocurrió iniciarte también como periodista con tu programa de YouTube que realizas con Hugo Verdera, donde hablas sin redes ni prejuicios sobre la sociedad?

R-… Una vez, en la puerta de una parroquia, vi pegada al vidrio una calcomanía que decía lo siguiente: “Debo florecer donde Dios me siembra”. En 2016, a raíz de una opinión mía en Facebook, Hugo nos invitó a Nomi y a mí a su programa El compromiso del laico, que sale gracias a Juan Manuel Soaje Pinto, dueño de ese auténtico foro de la verdad en YouTube que es TLV1. Con Hugo quedamos mutuamente encantados ―yo lo admiro desde hace mucho tiempo―, y enseguida me invitó a que condujera el programa con él. Hugo Verdera es un tipo generoso, sensible, inteligente. Un intelectual católico en serio, formador de generaciones. Así, gracias a Dios, en este segundo año de trabajar juntos y en comunión delante de las cámaras, estamos logrando lo más importante: hoy recibimos semanalmente mensajes de seguidores que aseguran haberse convertido o regresado al catolicismo por nuestra prédica semanal. ¿Cómo no darle gracias a Dios por tales testimonios, cómo no seguir remándola lo mejor que se pueda, con Hugo luciendo sus sobrias corbatas, y yo mis remeras de colorinche? Tal dupla formal / informal a la gente la recopa: no bien empezamos a pedalear como tándem, los clics que reciben nuestros programas se multiplicaron por miles y miles.

P-En estos tiempos el hombre parece olvidar su alma. Se ven las cabezas asomadas de los cuatro jinetes del Apocalipsis sobre la sociedad ¿te invitan a plasmar tu pensamiento en una obra? ¿Cuál es tu esperanza ante esto?

R-… Como ya te dije, yo no elijo los temas. Son ellos los que me eligen a mí. La mejor manera de escribir estupideces es proponerse abarcar Las Grandes Temáticas. Yo sólo intento escribir historias y poemas que sacudan al lector.

P-¿Es exigente el lector argentino?

R-… Si tenemos que juzgar por lo que se vende hoy, es de todo menos exigente.

P-Hoy se ven fenómenos literarios que atraen a jóvenes, pero ¿Qué se puede hacer para que todo joven valore y aprecie para su crecimiento el saber elegir un buen libro?

R-… Leerle en casa los mejores libros, de chiquito, cosa de inmunizarlo contra los programas llamados “educativos” que el sistema le incrustará en la mente durante todo el proceso de estupidización que le espera. Hoy los chicos salen del colegio sin saber preparar ni un café, amando a la inmigración en masa y creyendo que uno puede ser nena o nene según se le cante. ¿Te los imaginás adorando de rodillas y en espíritu y en verdad, formando una familia, jugándose el pellejo por la patria? Yo no. Pero del Nuevo Orden Mundial sólo los salvará la literatura, porque en ella descubrirán los modelos, y también los antimodelos. Por eso la lectura no debe ser aleatoria, sino gozosamente dirigida. Aquello de que no hay malos libros es un mito iluminista que es necesario erradicar. Cuando el Proyecto Segunda República llegue al poder en Argentina, una de las primeras cosas que haremos será acabar con este perverso sistema marcado por la impronta anticristiana del masón Sarmiento. Lo mismo que yo hice en casa por mis adorables hijas ―cuatro años de taller literario intensivo, en donde lo primero que hacíamos era rezar― lo haremos con cada niño y con cada adolescente. Enseñarles a pensar, y a pensar en el bien común antes que en el bien de la panza propia, será nuestro imperativo indelegable.

P- ¿Qué le recomendarías a aquellos que aspiran a ser escritores?

R-… Que se disparen la misma pregunta que Rilke le disparó a su discípulo epistolar: “Si piensa que puede vivir sin escribir, no escriba”. Ahora, si la respuesta es NO, NO PODRÍA VIVIR SIN ESCRIBIR ―las mayúsculas son pertinentes―, bienvenido a esta sana esquizofrenia que empieza por leer a los mejores, con ganas de disfrutarlos y de estudiar sus procedimientos más eficaces a la hora de expresar belleza y sentido.

P-¿Para cuándo podemos esperar tu próxima obra?

R-… Supongo que lo primero que aparecerá firmado por mí será el tomo quinto de Cuentos de la Abadía de Carfax. Se trata de una selección personal de los mejores relatos de terror y fantasía producidos por este círculo de escritores, del que soy fundador y director. La vamos a lanzar este año, como Antología Décimo Aniversario. Todos sus integrantes son escritores formados por mí, a lo largo de los años, y varios de ellos hoy son auténticos protagonistas de la cultura.

P- Y para terminar estas líneas. ¿Cuáles fueron tus palabras que más te gustaron?

R-… Lo primero que me viene a la mente es una aliteración de mi libro de haikus Esa serena sombra ―dedicado ya sabés a quién―: Leve se abisma / esa serena sombra: / acecha el beso.

 

 

Autor: Marcelo Di Marco

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