Los años 70 a fondo

POLÍTICA Martes 7 de Marzo de 2017

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Comentario del libro 'Los años 70 a fondo', investigación y reportajes Pablo Anzaldi, estudio de Eugenio Kvaternik, editorial SB, Buenos Aires, 2017.

Autor: Pablo Anzaldi

La tarea de iniciar una nueva interpretación de los años 70 nace en el seminario de radicalización y violencia política argentina dictado por el profesor Eugenio Kvaternik en el Doctorado en Ciencias Políticas de la UCA, cursado por mí en el año 2010. En esa oportunidad, semana tras semana, profundizábamos en Carl Schmitt, Clausewitz, Nolte, Huntington y Sartori y a la luz de sus grandes conceptos-  la política como tensión, el ascenso a los extremos, la guerra civil de signo ideológico, el pretorianismo,  la radicalización- en el seminario van poniéndose en paralelo los grandes y pequeños datos de los años 70, encontrando cada uno un lugar y ubicación en un todo orgánico. Eran tiempos de hegemonía cultural kirchnerista, aún persistente, en la que una idea maniquea de la historia había dado lugar a una visión simplista y engañosa, de acuerdo a la cual los buenos

(Montoneros y ERP) se lanzaron en armas contra los malos (Perón, Isabel y luego los militares) y éstos les ganaron. Semejante estupidez podía ser recitada por los personajes y personeros de las organizaciones Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, cuya condición de ONG humanitaria era poco menos que una fachada frente a la centralidad de su rol político, su poder e influencia en el kirchnerismo. El lugar reactivo del censor intelectual, una versión semi analfabeta de la inquisición de la religión de los derechos humanos, se construyó en esos años. En el relato kirchnerista sobraba el protagonismo montonero imaginario de los Kirchner, Carlotto y Bonafini, pero faltaba el montonerismo real de Firmenich y Perdía, cuya incomodidad para el relato kirchnerista no podía dejar de ser advertida. En consonancia con esa simpleza, los militares aparecían como la encarnación del mal absoluto, como dijera Carlos Nino: una especie de monstruos aparecidos en un momento de la historia que se desquitaron satánicamente contra unas víctimas seleccionadas al azar, acaso por estar su nombre en una agenda telefónica llegada azarosamente en manos de esos demonios.

La idea de reunir a protagonistas de las distintas partes para preguntarles por acontecimientos, personajes, ideas y decisiones aparece como un paso necesario para una genealogía de la violencia política de los 70. Así es como en el presente libro se reúnen entrevistas en profundidad a Graciela Fernández Meijide (APDH), Luis Mattini (PRT-ERP), Julio Santucho (PRT-ERP), Roberto Perdía (Montoneros), Jorge Rulli (Resistencia Peronista), Alberto Brito Lima (Comando de Organización), Santiago Omar Riveros (Ejército Argentino), Ernesto Barreiro (Ejército Argentino), Jorge Mones Ruiz (Ejército Argentino), Silvia Ibarzábal (AFAVITA).

¿Cómo empezó la violencia política en la Argentina de los años 60 y 70? ¿Quién mató a Aramburu? ¿Con qué estrategia creían los líderes de las organizaciones armadas que tomarían el poder? ¿Qué pensaban Montoneros y ERP del General Perón? ¿Qué rol desempeñaba Rodolfo Walsh en Montoneros? ¿Qué pasó realmente en Ezeiza? ¿Cuántas personas integraron las organizaciones armadas? ¿Cómo estaban organizados Montoneros y ERP? ¿Cuándo empezaron las operaciones del Ejército contra las organizaciones? ¿Está sobrestimada la figura de López Rega, son un mito las Tres A? ¿En qué medida influyó la doctrina contrainsurgente francesa? ¿Por qué los militares tomaron la decisión de matar y desaparecer a los detenidos? ¿Cómo se constituían los Grupos de Tareas? ¿Qué hicieron los militares para desarticular y aniquilar a las organizaciones armadas? ¿Cuántas personas desaparecidas hay? ¿No pensaron los militares en las consecuencias de semejante hecho? ¿Cómo funcionaba internamente la Junta Militar? ¿Cómo se constituyeron los primeros grupos de derechos humanos? ¿Cómo vivieron los militares, guerrilleros y familiares aquéllos años?

A lo largo de unas trescientas páginas, los entrevistados exponen su visión sobre esos años turbulentos. Si uno pone en paralelo el testimonio de Luis Matini (Kremer) y Julio Santucho con el de Ernesto Barreiro y Santiago Omar Riveros, la relación entre la insurgencia y la contrainsurgencia se descubre por sí sola. Matini y Santucho expresan  con honestidad el antiperonismo absoluto de Mario Roberto Santucho, su afán de evitar por medio de las armas la consolidación de un tercer gobierno peronista- que a ellos les significaba la perpetua distancia con la clase obrera- y su búsqueda constante de un enfrentamiento cara a cara con el Ejército. Entretanto, en Riveros el odio contrarrevolucionario se combina, aunque de modo contiguo y subalternado, con su brutal antiperonismo, mientras que Ernesto Barreiro- peronista ortodoxo- la cuestión del anti peronismo del Proceso se vive entre dramática y estoicamente, en todo caso subordinado al combate contra el enemigo mayor. A propósito de Ernesto Barreiro, las cuarenta páginas en las que responde con claridad y profundidad una entrevista sin concesiones, con preguntas y repreguntas, resulta un texto único y acaso no explicitado ni conocido acerca de la estructura, las acciones y las modalidades operativas del Ejército y las fuerzas armadas y de seguridad en la provincia de Córdoba, algo que permanece en general desconocido al público y que no ha sido comunicado durante la larguísima Megacausa La Perla

Si se ponen en paralelo las entrevistas a Roberto Perdía, Jorge Rulli y Alberto Brito Lima- testimonio inédito obtenido en el año 2010, ya que Alberto murió el 30 de Septiembre de 2012- puede verificarse la verdadera naturaleza de la relación con Perón. Desde el intento de uso por parte de Montoneros- que tenía otros fines, otra ideología y otras estrategias- hasta la lealtad de soldado absoluto de Alberto Brito Lima, pasando por las lúcidas y originales reflexiones de Jorge Rulli.

Si la centralidad de los protagonistas es la clave del libro, el testimonio de los familiares de víctimas, Graciela Fernández Meijide y Silvia Ibarzábal muestra la profundidad de la herida humana de la violencia.

El libro cuenta además con dos estudios introductorios, uno de Eugenio Kvaternik y otro mío. Ambos son convergentes en la apreciación que el conflicto de los 70 no fue una guerra civil- porque no hubo polarización en el pueblo, que ya se había reconciliado con el abrazo Perón- Balbín-  ni un genocidio, porque no se había matado en función de la etnia, la religión o la nacionalidad. Esto, por cierto, no exime a los altos mandos militares de la responsabilidad que buscaron eludir mediante la desaparición de las personas, ni desconoce que entre los desaparecidos había un porcentaje de gente que no pertenecía a las organizaciones armadas y que vivía esa guerra insurgencia- contrainsurgencia como una cuestión alejada de su actividad política (como fuera el caso de los desaparecidos del Partido Comunista Argentino, del Partido Socialista de los Trabajadores, del Partido Comunista Revolucionario y de algunas agrupaciones peronistas ortodoxas, como la Agrupación Eva Perón y el mismo Comando de Organización. Sin embargo, en el caso del Partido Comunista Argentino debe destacarse que durante los años de sangre respaldó a Jorge Rafael Videla y su sede de la calle Callao siguió disponible para la actividad partidaria, con sus publicaciones y declaraciones de apoyo). Por cierto, tampoco elude la provocación violenta constante, sistemática, pública y reconocida del ERP y Montoneros contra el General Perón, los sindicatos peronistas, los empresarios y los militares, lo que llevó a Perón a iniciar una compleja estrategia de contrainsurgencia con dosis controladas de violencia e intensa prédica política y doctrinaria.

Para finalizar, cabe destacar que el libro es más bien un reflejo de los actores, un fragmento de los 70 a través de sus protagonistas. En ése sentido, opera como antídoto contra el delirio inquisitorial de los diputados K (mix de ex PC, es decir, ex videlistas, y de ex contrainsurgentes peronistas) que claman por la persecución judicial y el encarcelamiento de los que no aceptan la versión consagrada, que en realidad viene a tapar sus propias complicidades.

 

Autor: Pablo Anzaldi

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